Mediante la oración los cristianos podemos comunicarnos con nuestro Dios. Cuando oramos podemos encontrar maravillosas respuestas a nuestras plegarias. Así pues, orar no significa repetir plegarias aprendidas de memoria. Jhon Bunyan dijo que en “la oración es mejor tener el corazón sin palabras que palabras sin el corazón”. Cuando oramos le estamos abriendo nuestro corazón a Dios. La oración no hace que Dios baje hacia nosotros sino que nos acerca a nosotros a él. Dios escucha nuestras oraciones y suple nuestras necesidades. El mismo Jesús oraba todo el tiempo. Cada día apartaba un tiempo para orar a su Padre y obtener fuerzas para enfrentar la tentación, el sufrimiento. Y siempre salía victorioso. Orar nos permite estar en sintonía con el cielo. Donde los recursos humanos son insuficientes llega la oración. Donde la capacidad del hombre se termina comienza la oración. Cuando oramos nos acercamos a Dios y su poder nos transforma.
Jesús reiteradamente les dijo a sus discípulos que debían orar. En mateo 7:7-11 leemos estas palabras de Jesús: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”. De la misma forma que podemos mandar un e-mail en cuestión de segundos, también podemos comunicarnos con Dios en cuestión de segundos a través de la oración. Orar al Señor y entregarle todas las áreas de nuestras vidas, nos pone en las manos de Creador. El cristiano que ora es un cristiano que tiene paz, armonía y es bendecido.
A modo de ejemplo, quiero contar el caso de la enfermedad de mi viejo. En el 2.006 a mi viejo le agarró una enfermedad neurológica, la cual lo dejó totalmente paralizado. Un día estaba bien y al otro día estaba internado. Fue una prueba muy dura para mi familia. Con mi vieja y mis hermanos cuidamos a mi viejo en el hospital de mi ciudad. Como en mi ciudad los médicos no podían hacer nada ya que desconocía lo que tenía, fue trasladado al Hospital Fernández en Palermo, Capital. Como soy el mayor de mis hermanos me toco a mí acompañarlo. Y fui, pero antes de irme lo único que se me ocurrió fue escribir una notita pidiendo oración y llevarla a la iglesia en la cual me congrego. Inmediatamente después me fui con mi viejo a Buenos Aires. Una vez instalados en el Hospital Fernández, fue ingresado en la sala de terapia intensiva, donde le dieron el tratamiento pertinente. La enfermedad que le agarró es una enfermedad llamada Síndrome de Gillaín Barré y ataca las proteínas de la médula espinal, produciendo parálisis progresiva sobre todo el cuerpo. Honestamente por momentos, en terapia intensiva, pensé que mi viejo iba a irse con el Señor, pero aún todo no estaba dicho. Oramos con mi viejo y pedimos que sea su voluntad. Asimismo, aunque oramos para que sea su voluntad, le dijimos a Dios que si iba a quedar mal que se lo llevara con él, pero Dios tenía otros planes ya que permitió que los médicos pudieran sacarlo adelante y gracias a Dios esta muy bien, puede trabajar y tiene una vida como antes de enfermarse. La oración puede mucho.
La oración vivifica nuestra conciencia. Nos pone en las manos de Dios. Desarrolla un sentido de la obligación moral, de la humildad intelectual. La oración hace que la gracia de Dios nos cubra. Si no oramos estamos muertos espiritualmente. Ahora, para orar debemos tener en cuenta ciertas cosas:
1-Debemos orar con fe. Hebreos 11:6 dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
2-Debemos estar limpios de nuestros pecados mediante la confesión y el arrepentimiento. El salmo 66:18 dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado”.
3-Si oramos debemos estar dispuestos a poner en práctica la palabra de Dios. Es decir, no debemos permanecer en algún pecado deliberadamente. Primera de Juan 3:22 dice: “Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él”.
4-No debemos tener rencor sino que debemos perdonar. Marcos 11:25 dice: “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas”.
Consagremos nuestras vidas al Señor mediante la oración con palabras del corazón. Rindámonos a nuestro Dios con nuestras plegarias. Dejemos que él transforme completamente nuestras vidas. Dejemos que él nos sorprenda con sus siempre oportunas respuestas. Cuando oramos Dios nos proporciona el poder para vencer la tentación y sobreponernos a los problemas de la vida. Estemos en contacto con él. Por algo el señor empleo la analogía de la vid, cuando dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. El pámpano sin la vid no puede llevar fruto. Y los cristianos no podemos llevar frutos si no estamos en comunión con Dios en oración. La oración es nuestra fuente de fortaleza. La oración nos acerca al corazón de nuestro Dios.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
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