lunes, 9 de julio de 2007


Ante el tribunal de Cristo

Aunque muchos rechacen el hecho de que todas las personas sobre la faz de la tierra tendrán que rendir cuenta en el juicio final, la Biblia dice que todos los seres humanos compareceremos ante el tribunal de Cristo. El apóstol Pablo dijo al respecto: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. (2 Corintios 5:10). Y en Gálatas 6:7,8, el mismo apóstol sigue diciendo: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Además debo decir que el tribunal de Cristo no es como los tribunales de esta tierra, donde muchas veces en vez de impartir justicia, se imparte impunidad, corrupción y mentira. En el tribunal de Cristo nadie recibirá injusticia sino que seremos juzgados según nuestras obras y si hemos creído en el evangelio. El juicio que llevará a cabo el juez perfecto que es Cristo es inapelable. La sentencia se pronunciará una vez y para siempre. Nadie podrá protestar ni mentir. Cada cual cosechará su siembra.
Los cristianos sabemos que el tribunal de Cristo es algo real que va a suceder. Ahora, cabe preguntar: ¿Hay alguna forma de defendernos ante este tribunal que no puede ser burlado ni engañado? La respuesta es que los que hemos aceptado a Cristo como nuestro salvador personal, ya hemos adquirido un abogado defensor que es Cristo. Nuestro abogado defensor no es corrupto ni mentiroso. Él nos ama tanto que ofreció su sangre para defendernos ante el trono de Dios. Segunda de Timoteo 2:5 describe de esta manera a nuestro abogado defensor: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. Podemos confiar en nuestro abogado. Él se pone en nuestros zapatos. Él ocupa literalmente nuestro lugar delante de Dios. Y si pecamos, primera de Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. No solamente nos defiende sino que además nos limpia de todos nuestros pecados con su sangre y hace que Dios nos vea justos, perfectos, aceptables delante de él. 1 Juan 2:1 nos sigue diciendo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.
¿Nos cobra algo nuestro abogado? No nos pide dinero. Lo único que nos pide es que creamos en él. (San Juan 3:16,17). Él nos pide que aceptemos su sacrificio expiatorio. Él pide que le demos valor a su preciosa sangre. Obviamente que el nos perdone no significa que podemos pecar deliberadamente. No. Lo que significa es que si caemos sin querer, entonces el nos perdona. Entonces, cuando acudimos a él en arrepentimiento, el nos dice lo mismo que le dijo a la prostituta que se arrepintió: “Vete, y no peques más”. (San Juan 8:11).
Lo bueno de comparecer ante el tribunal de Cristo es que él es juez y nuestro abogado al mismo tiempo. Esta doble función de Jesús nos da esperanza y paz. El apóstol Juan en el capítulo 5: 22 dice: “Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo”. El que juzga es Jesús y nuestro abogado es Jesús. Eso es una ventaja para todos aquellos que le hemos aceptado y deseamos hacer su voluntad. El mismo apóstol sigue diciendo: “Y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre”. (Juan 5:27). Jesús es nuestro abogado y nos entiende completamente ya que él estuvo en la tierra y vivió como un ser humano normal. Él sufrió tentaciones, hambre, frío, sed y todo tipo de situaciones humanas. Él entiende nuestra condición humana. Es por esto que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo. Precisamente por él nos entiende. Hechos 10:42 dice: “Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos”. Los que hemos aceptado a Cristo como nuestro salvador personal ya no estamos desamparados sino que su preciosa sangre nos ha justificado ante Dios y hemos alcanzado la vida eterna a través de la fe en Cristo Jesús. Apocalipsis 3:5,6 finalmente dice: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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