La lengua, es decir, ‘La sin hueso’- como dice una amiga de mi mamá- es un miembro pequeño, pero muy peligroso. Hoy el lema de la gente es: “Hay que hablar lo que uno siente. No hay que reprimir nada”. Todos hablan. La sin hueso está de moda. En épocas autoritarias estaba prohibido hablar. Pero ahora, que hay democracia y libertad de expresión, todos dicen lo que se les antoja. Hablar permisivamente es moneda corriente. El escritor argentino Vicente Batista dijo: “Hay infinitas maneras de maltrato. Las más perversas se disfrazan de supuestos modos corteses. La sonrisa prefabricada, por el ejemplo, o el falso gesto gentil, aprendido a los apurones en un curso veloz de buenas costumbres”.
Hay muchos individuos que maltratan a sus semejantes sin utilizar las manos. ¿Cómo lo hacen? Obviamente, con la sin hueso. Con palabras, pues en la actualidad las palabras sobran, hay en abundancia. Con la sin hueso, el maltrato es brutal, y en la misma instancia, sutil. Este tipo de maltrato aparenta buenas intenciones exteriores, pero los motivos que subyacen debajo de estas supuestas benévolas intenciones, no son buenos, al contrario, están contaminadas de maltrato psicológico. Los psicólogos dicen que hay que decir todo lo que uno siente porque sino es malo para la salud psíquica. Hay que desahogarse y evacuar lo que uno tiene adentro. Hay que practicar la catarsis universal. Sin embargo, los psicólogos no nos advierten que detrás de un decir hay consecuencias, muchas veces trágicas. Las parejas se dijeron todo lo que se tenían que decir y por eso se doblegaron y se disolucieron.
En la vida social nos relacionamos permanentemente con individuos de todo tipo. Algunos nos estimulan a dar lo mejor de nosotros mismos y por otro lado, hay también individuos que nos desgastan y hasta pueden llegar a destruirnos. San Pablo en su epístola a los Romanos (3:19) afirmó que la garganta de muchas persona es un sepulcro blanqueado. ¡Qué gran verdad! Algunos de tanto hablar, decirse, expresarse, sincerarse, dicen cosas y prometen cosas, que luego después, la conducta dice todo lo contrario. Cuando algunos individuos hablan, expresan, comunican, lo único que transmiten es muerte, mentiras y promesas huecas. Utilizan la sin hueso para su propio placer, desestabilizan a sus semejantes para exaltarse a ellos mismos. Algunos individuos mueven la sin hueso y enseguida, nos podemos dar cuenta de que son miserables cubos de basura para acumular información trivial e inútil. El Dr. Derek Prince, antiguo profesor de la Universidad de Cambridge, expresó: “El principal vehículo, tanto de la bendiciones como de las maldiciones son las palabras”. Con la misma sin hueso podemos crear o destruir. Podemos expresar paz o voluntaria violencia. Las palabras son poderosas. La lengua es peligrosísima. Es un instrumento, y podemos utilizarlo para dar buenos consejos y también podemos ofrecer conceptos erróneos que desembocan en la muerte y la discordia. A este respecto, El Dr. Jaime Barylko nos aconseja: “Revisemos un poco el origen de esta actualidad tan acuciante, anoréxica, hedónica, agresiva y neurótica al mil por ciento, en un campo magnético de violencia repulsiva, revisemos”.
Sin duda, afirmo que la sin hueso es muy peligrosa. Es evidente que las palabras debelan lo que tenemos dentro del alma. Los labios distribuyen al mundo circundante lo que somos en realidad. El vocabulario de una persona define a la persona misma. Las insinuaciones, los chismes, el sarcasmo, la mentira, la adulación y la calumnia, son parte de una dialéctica maligna y malintencionada. En Proverbios 18:20-21 se nos advierte: “Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus labios”.
Julio C. Cháves. juliogenial@hotmail.com
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