domingo, 3 de junio de 2007

Cuando la vida concluye.


En la vida hay que elegir, decidir. Todos somos partícipes del arte de tomar decisiones. Cuesta decidirse por decidirse en definirse. Las decisiones producen efectos consecuentes. Hay que elegir y volver a elegir. Cuando elegimos un camino, nos despojamos de otro. Cuando elegimos algo, rechazamos otro algo. Las alternativas son abundantes. Y únicamente, cuando la vida concluye es cuando podemos calificarla realmente. A respecto, Jaime Barylko dijo: “Solo cuando la vida concluye se sabe qué fue el hombre, porque está terminado su período de existencia, y sólo entonces merece una calificación definitiva. Mientras vive, todo es pasajero, transitorio”.
En la vida hay que elegir, y eso es justamente lo que hizo el hijo pródigo, eligió…El hijo pródigo se dejó engañar por su propio corazón y por causa de eso, fue víctima de impúdicas decisiones, que ineluctablemente, lo condujeron a las consecuencias pertinentes de sus decisiones. El podría haber evitado zambullirse en ese mar de negativas consecuencias, pero sin embargo, siguió por su improvisada senda de egolatría y tenacidad terca. El hijo pródigo eligió su camino, pero se olvidó de lo que dijo Salomón: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caía la altivez de espíritu”. (Pro. 16:18). El hijo pródigo le pidió al padre su herencia. El padre se la dio porque no es un padre autoritario. Este muchacho quería conocer el mundo, los placeres, las mujeres, él quería explotar tanto la noche como el día. Quería disfrutar la vida a su manera, para ser más preciosa. Por otro lado, el hermano del hijo pródigo se quedó con su padre y le ayudaba en todo. Y la vida seguía su rumbo…
Sin embargo, al hijo pródigo le empezaron a salir las cosas mal y la vida se le complicó, como se nos complica a todos en esta aldea global. Entonces, mientras comía con los cerdos, reflexionó: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”. El hijo pródigo, en principio, había elegido las mujeres, el vino, la noche, la joda permisiva. Después de un tiempo, él se dio cuenta que había abordado un camino equivocado, y debido a todo lo que le estaba pasando, volvió a elegir. Y esta vez eligió bien porque eligió a su padre, a su familia. Volvió a elegir y su padre también lo eligió de nuevo. Y finalmente, entre algunos contratiempos, todo volvió a ser como antes.
Hay que elegir, siempre teniendo en cuenta que las decisiones definen la vida. No somos robots. Somos humanos y amamos, sentimos y vivimos entre alternativas. Dios nos creó con libre albedrío. El nos dio corazón, alma y voluntad para decidir. Es por esto, que debemos decidir siempre de acuerdo a lo que dice la Biblia, pues esta es la mejor manera de darle forma a la vida. El Dr. José Ingenieros expresó lo siguiente respecto a las personas que quieren cosechar rosas: “No hay perfección sin esfuerzo: Solo pueden mirar al sol de frente los que osan clavar sus pupilas sin temor a la ceguera. Los mediocres jamás cosechan espinas por temor a las espinas”.
Julio C. Cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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