
En el mundo abunda el ruido. Este es el maldito y enorme ambiente donde vivimos. La urbe nos arremete, nos crispa los nervios. Es un mar de ondas perniciosas donde nadamos frenéticamente. Las personas hablan todas al mismo tiempo. Los aviones se escuchan crujir en el cielo. Los autos roncan con furia. En algunas esquinas se escuchan bocinazos. En otras frenadas bruscas. Las maquinas con pulmones de metal nos cubren de bullicio. Ruido, mucho ruido. Mis orejas están cansadas. Mis tímpanos vibran como un débil cristal. Y mis oídos humanos necesitan descanso y tranquilidad. Este es un mundo loco, inquieto e indomable. ¿Se detendrá algún ruido? Es mi deseo que sí. El ruido es el lenguaje urbano. La gente cruje los dientes porque andan mal unos con otros. Las palabras que destilan los labios son indescifrables. Los gritos, los sarcasmos, las alucinaciones malintencionadas y la furia del ‘amor’ son las cadenas que atan a los ruidosos. El Rock a miles de Vatios calientaaaa…los ánimos con su ruido enloquecedor. Muchos obreros ejercen su actividad inmersos en el estruendo de las máquinas y el fragor de los procesos industriales. Los vehículos de hierro son una plaga. Los motores discuten. Cierta vez leí lo que sigue respecto a los efectos que causa el ruido en las personas: “Hoy se sabe que los infrasonidos y ultrasonidos pueden matar a una rata en el laboratorio y dañar seriamente al hombre, aunque su oído no los perciba. Además las lesiones originadas por el ruido van mucho más allá que la sordera: pueden manifestar úlceras y otras dolencias digestivas, problemas respiratorios y vasculares; disfunciones del sistema nervioso central y del endocrino, con segregación de adrenalina y cortisol, la hormona del colesterol; afecciones a la vista; incluso cambios en la composición química de la sangre. Aparte de los problemas psicológicos, como insomnio, ansiedad, irritabilidad. El peligro para la salud propia y la ajena es hoy el punto de referencia básico para calibrar el ruido, en unas sociedades eminentemente urbanas”.
Vivimos entre gritos, maquinaria industrial, cohetes espaciales, explosiones, zanellitas a escape libre, conciertos de Heavy-Metal, camiones, trenes, aviones, y trabajos ruidosos. Herbert Read, en su libro “La redención del robot”, declaró: “Ahora cuando hablamos del problema del ocio no pensamos en la necesidad de tener tiempo o tranquilidad para hacer algo; nos sobra tiempo y nuestro problema es no saber cómo ocuparlo. Ocio ya no significa tiempo libre que se ha ganado como dificultad frente a la presión de la vida; más bien denota un vacío profundo que necesitamos llenar con ocupaciones inventadas”. El ruido es un arma que utilizamos para ocultar la angustia de la sociedad, de la gente solitaria, de las relaciones humanas quebradas por el miedo a la tranquilidad y al silencio. El ruido de la maquinas oculta lo mal que estamos. Por esto gritamos amor. Por esto gritamos paz y felicidad, mientras las naves espaciales zumban por el universo. Estos son tiempos de ruido, de huida, de escape. El Dr. Jaime Barylko en su obra “En busca de uno mismo”, expresó: “Estos son tiempos de tanto amor DECLARADO, que hace sospechar un enorme vacío de amor, de horizonte, de sentido. Cuanto menos se siente tanto más se grita y declama, declara el sentimiento. No hay que hablar de Dios, decía Buber. Hay que hablar con Dios”. Hacemos ruido porque no podemos estar quietos. Lo cierto es que le tenemos miedo y pavor a la soledad, al silencio, a la tranquilidad, pues es allí donde uno sabe quien es realmente. Sin ruido, ¿me explico? Sin ruido. Un proverbio árabe dice: “Del árbol del silencio prende el fruto de la seguridad”.
Julio C.Cháves. juliogenial@hotmail.com
Vivimos entre gritos, maquinaria industrial, cohetes espaciales, explosiones, zanellitas a escape libre, conciertos de Heavy-Metal, camiones, trenes, aviones, y trabajos ruidosos. Herbert Read, en su libro “La redención del robot”, declaró: “Ahora cuando hablamos del problema del ocio no pensamos en la necesidad de tener tiempo o tranquilidad para hacer algo; nos sobra tiempo y nuestro problema es no saber cómo ocuparlo. Ocio ya no significa tiempo libre que se ha ganado como dificultad frente a la presión de la vida; más bien denota un vacío profundo que necesitamos llenar con ocupaciones inventadas”. El ruido es un arma que utilizamos para ocultar la angustia de la sociedad, de la gente solitaria, de las relaciones humanas quebradas por el miedo a la tranquilidad y al silencio. El ruido de la maquinas oculta lo mal que estamos. Por esto gritamos amor. Por esto gritamos paz y felicidad, mientras las naves espaciales zumban por el universo. Estos son tiempos de ruido, de huida, de escape. El Dr. Jaime Barylko en su obra “En busca de uno mismo”, expresó: “Estos son tiempos de tanto amor DECLARADO, que hace sospechar un enorme vacío de amor, de horizonte, de sentido. Cuanto menos se siente tanto más se grita y declama, declara el sentimiento. No hay que hablar de Dios, decía Buber. Hay que hablar con Dios”. Hacemos ruido porque no podemos estar quietos. Lo cierto es que le tenemos miedo y pavor a la soledad, al silencio, a la tranquilidad, pues es allí donde uno sabe quien es realmente. Sin ruido, ¿me explico? Sin ruido. Un proverbio árabe dice: “Del árbol del silencio prende el fruto de la seguridad”.
Julio C.Cháves. juliogenial@hotmail.com
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