domingo, 6 de mayo de 2007

De la juventud, de la vida en sus comienzos.


Para los jóvenes el pasado no existe, pues el fuego del presente los empuja a vivir con osadía y libertad. Los jóvenes no piensan en la muerte, ni en vejez ni en debilidad. Los jóvenes quieren vivir la vida, pensar sin dogmatismo, y poner en funcionamiento sus sueños. La juventud considera la vida como a sagrado tesoro. Ser joven implica compartir con el mundo la personalidad de uno. Ser joven implica desafiar las crudas realidades de la vida, el sufrimiento, el desamparo y las nuevas vivencias. André Malraux, político y escritor francés, expresó: “La juventud es una religión a la que uno siempre acaba convirtiéndose”. Soy religioso, soy joven. La vida me entusiasma y quiero volcar mi energía en ideales supremos, sabios, inmortales, imperturbables. A los 20 años, creía que había encontrado las respuestas a todas las preguntas y creía que había resuelto el enigma del mundo. Sin embargo, no fue así. Hay cosas que todavía no entiendo. Quizá cuando tenga 30 años podré reflexionar más adecuadamente sobre el mundo, la vida, mis sueños; y quizá a los 40, podré descubrir que en la vida, en la realidad, y en el corazón del hombre hay cosas insolubles.
José Ingenieros en su obra “Las fuerzas morales”, escribió lo que sigue respecto a la juventud: “La juventud aduna el entusiasmo por el estudio y la energía para la acción, que se funden en el gozo de vivir. El joven que piensa y trabaja es optimista, acerca su corazón a la vez que eleva su entendimiento. No conoce el odio ni le atormenta la envidia. Cosecha flores de su jardín y admira las del ajeno. Se siente dichoso entre la dicha de los demás. Ríe, canta y juega, ama, sabiendo que el hado es siempre propicio a quien confía en sus propias virtudes generadoras. La juventud es prometeana cuando asocia el ingenio y la voluntad, el saber y la potencia. Un brazo vale cian brazos cuando mueve un cerebro ilustrado; un cerebro vale cien cerebros cuando sostiene un brazo firme. Descifrar los secretos de la Naturaleza, en las cosas que la constituyen, equivale a multiplicarse para vivir entre ellas, gozando sus bellezas, comprendiendo sus armonías, dominando sus fuerzas”.
La tragedia de la edad no es ser viejo, si no que es ser joven y desperdiciar el tiempo, el entusiasmo, los sueños. Hay algunos jóvenes que ya han envejecido precozmente. Esto se debe a que han escapado a paraísos artificiales con drogas, hábitos efímeros, y conductas conformistas. Para algunos psiquiatras, los verdaderos problemas de las adicciones suelen ser los dramas que encubren. Según los psicólogos, ser siempre desgraciado es un arte que se aprende con el tiempo. Los que asumen el papel de perdedor ejercen una auténtica tiranía sobre los demás. Soledad Puértolas escribió: “A los 17 destaca la frontera de una edad que se va, la edad de la inocencia, de las emociones innombrables; la edad en que empieza a pesar la ambivalencia, la indeterminación”.
Respecto a la juventud, el apóstol Pablo le aconseja a Timoteo: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor, y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor. Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”. (2 Timoteo 2:22,23; 1 Timoteo 4:12). José Ingenieros dijo: “No se hace joven, hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal no se adquiere”.

Julio C.Cháves.
juliogenial@hotmail.com

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