sábado, 26 de mayo de 2007

La sociedad moderna y el tema de la felicidad.



Ser feliz es fundamental para realizarse como persona. Hay algunos individuos que afirman que jamás llegamos a ser felices del todo, porque la felicidad no existe en sí misma. ‘San Agustín divulgó la necesidad de mortificarse en vida para lograr el gozo después de la muerte, en el paraíso eterno. Mientras seamos carne mortal, afirmaba el filósofo cristiano, solo obtendremos falta de felicidad’. Lo cierto es que la felicidad es un concepto ambivalente, laberíntico y polisémico. El Dr. Enrique Gil Calvo, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, dijo: “La sociedad identifica a menudo la felicidad con consumo”. Cuando el trabajo nos levanta el pulgar para arriba, ahí es cuando podemos consumir para ser, de esa forma, verazmente felices. Consumir, desde el punto de vista de esta sociedad moderna, es sinónimo de bienaventuranza, de dicha, de paz. Hay que consumir de todo. Orgasmos múltiples. Autos frenéticos. Comidas afrodisíacas. Ropa postmoderna Consumir es el combustible de las almas cabalmente vacías de la actualidad. Todos buscan con euforia en el masifismo la dicha. Hacen esto porque ignoran que la verdadera felicidad se encuentra en una búsqueda individual.
Cada dato de la realidad demuestra que todos quieren ser felices. Algunos individuos ya lo han logrado. Sin embargo, hay persona que por fuera muestran una sonrisa engañosa, mientras que por dentro están perdidas, confundidas, angustiadas, deprimidas, y tristes. Estas por lo general, son personas que han depositado su confianza en los mensajes publicitarios que muestran un mundo erróneo e irreal, donde el gozo y la felicidad parecen ser algo fácil de conseguir. En una revista muy importante, leí lo siguiente respecto a la publicidad: “Conscientemente, nadie cree que la dicha sea un estado permanente y sin altibajos. La publicidad, o al menos esa es la idea que trata de vender con sonrisas que proporcionan la chispa de la vida, desodorantes que al utilizarlos los trasladan a uno al Caribe o yogures capaces de conseguir cuerpos de sílfides o apolíneos. El hedonismo en masas, que es como dominan a la publicidad los expertos en comunicación, es un invento norteamericano de los años 50 a raíz del acuerdo entre vendedores para desarrollar una estrategia común que aumentara las ganancias. Se proporcionaban el deseo y la felicidad inmediata. Y así seguimos. La publicidad es el medio de expresión de la sociedad de consumo, y la felicidad su mercancía. Como tal, ésta se puede comprar y disfrutar en forma de automóviles, apartamentos, perfumes, etc. Solo existe un peligro: el consumo así entendido tiene límites, siempre hay una cosa más que debemos poseer para ser felices, y luego otra, y así sucesivamente…”.
Así, pues, ¿Dónde se encuentra la verdadera felicidad? ¿Existe? Obviamente sí. El secreto de la felicidad es Jesucristo. El Dr. Billy Graham, en su libro “El secreto de la felicidad”, expresó: “El tema de la felicidad es siempre urgente. Jesús no dependía de estímulos externos para conocerla. Solo practicaba un secreto que le permitía vivir en un plano mayor que las circunstancias de la vida. Seguro de sí mismo y con calma y serenidad, El caminó por las experiencias más abrumadoras de la vida, y aún por la de la muerte. ¿Su secreto? Nos lo revela en lo que llamamos las bienaventuranzas del sermón del monte”. Ese revolucionario sermón se encuentra en Mateo 5 en adelante, y entre otras cosas dice: “Bienaventurados los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios”. (5:8). Practicar el sermón del monte nos asegura un estado superior a las circunstancias negativas de la vida, acá en la tierra y en más allá.

Julio C. Cháves.
Escritor78@yahoo.com

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