
Hace poco tiempo vi la película “La pasión de Juana de arco”, del director Carl Theodor Dreyer. ‘Juana de arco, prisionera de los ingleses, comparece ante un tribunal presidido por Cauchon, obispo y político corrupto. Responde con simplicidad a las preguntas que le hacen los jueces, evita las trampas como puede. Un juez que se levanta para defenderla es expulsado por los soldados de Warwick, el gobernador inglés y Juana es conducida nuevamente a la prisión e insultada por los guardianes. El juez Leyseleurse introduce en la prisión fingiendo ser un amigo y lee una falsa carta de Carlos VII mientras Cauchon espía. La maniobra falla. El obispo ordena preparar la tortura. La orden es solo una intimidación para hacer confesar a Juana que está en poder del demonio. La amenaza es vana, pero Juana pierde el sentido, presa de la fiebre. Los ingleses, no queriendo perder los efectos de una retractación eventual, la hacen curar, mientras Cauchon continúa su interrogatorio junto a la cabecera del lecho. Después del proceso, se reanuda con amenazas. El juez Evrard insiste en que Juana firme una abjuración. En esto se alza un gran tumulto: la multitud, deseosa de salvar a Juana, la invita a firmar. Warwick hace un gesto al guardia. El juez Leyseler traza una cruz. La multitud duda. Juana ha sido salvada, pero es condenada al tormento. De regreso a su celda, se reprocha su debilidad mientras la multitud es dispersada con violencia por los soldados. Cauchon regresa a la celda de Juana, y en presencia suya le reniega de su abjuración. Está perdida. El juez Leyseler anuncia que morirá en la hoguera. Juana se confiesa. El pueblo invade la plaza donde se levanta la hoguera. Llega Juana. Los jueces se ubican en una alta tribuna. Leyseler se separa del grupo y le pide perdón. El juez Midi pronuncia su discurso. La multitud está muda. Un inglés imparte la orden a los guardianes. Juana sube a la hoguera. Crepitan las llamas. Juana grita: ¡Jesús! A un gesto de Warwick, los soldados cargan salvajemente sobre la multitud y la hoguera no es más que una sola llama”.
En esta película Dreyer busca permanentemente los primeros planos de todos los rostros. Su fin es transportar a la realidad los verdaderos conflictos psicológicos de los personajes épicos. Por esto, la película es tumulto de rostros. Rostros que lo dicen todo. Cuando la vi no pude concentrarme. En ese momento me puse a pensar en otros rostros. Los nuestros, para ser preciso. Rostro en la actualidad es una palabra triste. Rostro proviene del latín ‘róstrum’ y quiere decir cara y semblante. Si es verdad que un cuadro de la película ‘La pasión de Juana de arco’ pinta mil palabras, entonces un rostro de la actualidad pinta un diccionario completo. Todo lo que hay que hacer para entender lo que digo es mirarse en el espejo. Estamos tristes. Por momentos sonreímos, entonces después volvemos a estar tristes. La inflación y la oscuridad nos golpean con mano dura, sin piedad. Esto dice mucho, ¿no es verdad? Las caras de las madres que llevan a sus hijos a la escuela lo dicen todo. Son muy pocos los abuelos que sonríen. Rostros de jóvenes sin futuro hay por doquier. Algunos quieren estudiar, pero tristemente viven en un país que les cortó las alas de esperanza. Semblante flaco y mal alimentado nos abruman el corazón, nos llenan de impotencia. Cargados están nuestros hombros de dolor.
Es mucho lo que puede suceder en un país. Los filósofos dicen que somos como relojes. Vivimos y los acontecimientos se nos incorporan en el fluir de la sangre, y todo se trona rutina sobreentendida. También es cierto que cada persona da su propia hora. Estamos solos, cada uno encerrado en sí mismo, en su propia hora. La hora proviene etimológicamente del mecanismo del alma de cada uno. Sin embargo, a pesar de que ineluctablemente nos damos la misma hora, nos ligamos por los rostros. Por la vida. Pasa en la vida, pasa en las películas, pasa en TNT. Ya estoy delirando, divagando, soñando con un mundo mejor. Siento esperanza mientras que a mi alrededor zumban los semblantes metamorfósicos. A este respecto, Rainer María Rilke dijo: “Sueño, por ejemplo, que todavía no había tenido conciencia de todos los rostros que hay”. Hay infinitos rostros, caras demacradas, semblantes ofuscados porque no tiene qué comer. Choco con caras curtidas por el sol, el trabajo mal pagado, y el sufrimiento impuesto por los déspotas letrados. Por otro lado de la sociedad, hay rostros que duran años y años. Es realidad que algunos apelan a los cirujanos para lucir inmortales, pero duran aunque el tiempo come y pule las piedras. Hay rostros, caras, semblantes que están sucios con desesperanza, negro desesperanza. La gente, por razones económicas obviamente, no puede comprar pintura color esperanza como dice la canción ‘Color esperanza’ de Diego Torres.
Algunos discursionistas nos dicen que debemos derribar muros como en la película de Pink Floyd. Pero en la misma instancia no nos dicen que nadie puede hacer nada en los escombros. La tristeza anida detrás de los rostros. ¿Somos conscientes del número de rostros que hay? Yo no sé. Estoy confuso. Creo que lo que escribo no es claro. En la televisión hay rostros de niños hambrientos. Jubilados demacrados por la mala alimentación. Los semblantes parecen abejas desorientadas. Los ojos videntes no quieren ver la realidad. Y los ojos invidentes no perciben a la gente hurgando en la basura algún atisbo de alegría, o mejor dicho, de comida. Llamemos a las cosas por su nombre. En este momento me resultaría afable pararme sobre hombros de gigantes, para poder desde allí, procurar atisbar un país mejor, pero no puedo porque los gigantes ya no existen. Noel Claraso dijo: “El hombre es un despistado que se dirige al sur, y luego se sorprende de no llegar al norte”. Ah, me olvidaba. “La pasión de Juana de arco” me gustó.
Julio C. Cháves. Escritor78@yahoo.com
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