jueves, 10 de mayo de 2007

Esclavos de la tentación sexual.


Romanos 6:12 dice: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias”. La sexualización de la sociedad ha banalizado el tema del amor. El diablo a través de los medios de comunicación ha metido en la cabeza de las masas una sexualidad despersonalizada, fetichista, alexitimica, sin amor ni compromiso. Con sólo caminar por la calle y sobre todo cuando miramos televisión, advertimos como los mensajes sobre el sexo se meten en nuestras cabezas, excitando nuestros instintos, plagando nuestra imaginación de imágenes eróticas, que desvían nuestras miradas del verdadero amor y tergiversan las relaciones amorosas. Estos mensajes debemos desecharlos inmediatamente ya que si le damos cabida pueden conducirnos a caminos totalmente aberrantes, que atentan contra la voluntad de Dios para nuestras vidas. Todo lo que hemos pensado o vivido lejos de Cristo en el pasado debemos descartarlo de nuestras mentes. ¿Cómo? El salmo 119:9 pregunta: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”.
Si le damos cabida a los pensamientos sexuales en nuestras mentes seguramente sucumbiremos ante el pecado y sufriremos serias consecuencias de las cuales nos podemos arrepentir toda la vida. Por esto Pablo aconseja que debemos llevar todo pensamiento a la obediencia a Cristo. (2 Corintios 10:5). El rey David es un ejemplo de alguien que sucumbió ante el pecado sexual. Se enamoró de la mujer de un hombre llamado Urías y hasta, sin que Urías supiera por qué, lo hizo asesinar con el fin de quedarse con su mujer Betsabé. Aunque al principio parecía que le salía todo bien, las consecuencias fueron llegando para el rey David ya que después de dos años fue confrontado con uno profeta de Dios que le dijo que si no se arrepentía de su pecado, Dios le quitaría su bendición. Entonces, David se arrepintió de corazón, Dios lo perdonó, pero a su vez David tuvo que sufrir las consecuencias por sus actos. Le dio lugar al diablo y este hizo estragos en su vida. “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a la luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”, explica Santiago 1:14,15.
Dios creo el sexo para que sea practicado dentro del contexto del matrimonio. Las expresiones sexuales fuera del matrimonio se oponen a la voluntad de Dios. Cuando una persona soltera practica el sexo ilícito o una persona casada tiene sexo con una persona que no es su conyugue, ambas están cometiendo pecado delante de Dios. Jamás debemos meditar ni pensar en cosas que refieren al sexo ilícito y no debemos bromear con estas cosas ya que el diablo quiere destruir nuestra sexualidad a través de la contaminación de nuestra imaginación. "Considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado"(Gá. 6.1). "Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Co. 10.12). Todos somos vulnerables ante la tentación sexual. Por lo tanto, debemos alimentar nuestras mentes con la palabra de Dios y debemos evitar todo tipo de imágenes que nos induzcan al sexo o nos exciten sexualmente. “Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. (1 Pe. 5.8).

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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