lunes, 19 de marzo de 2007

Utilizando bien el tiempo.

El tiempo es un ingrediente intrínseco de la vida. El tiempo es un pedacito de eternidad, así como un metro es un trocito del infinito. Somos tiempo. Somos latidos del corazón. El tiempo es un tesoro maravilloso que Dios nos ha regalado. Es un inherente componente de la vida. Cada minuto que perdimos jamás volverá a ser nuestro. El tiempo es muy importante, debemos cuidarlo, debemos administrarlo sabiamente. Porque utilizar el tiempo sabiamente nos permitirá disfrutar la vida, hacernos más inteligentes, saber vivir y también saber morir. Thoreau advirtió: “No se puede matar el tiempo sin lesionar la eternidad”. Y Carlyle dijo: “Quien no tiene una visión de la eternidad, no podrá asirse del tiempo”.
El tiempo es un capital. Si lo utilizamos de modo inteligente nos dará beneficios para toda la eternidad. La vida es una oportunidad gloriosa de existir. Por tanto lo mejor que podemos hacer para vivir bien es dejar de saber lo que sabemos, es aprender de todo y de todos. Debemos llenar nuestras mentes con cosas positivas que nos ayuden a ser mejores personas. Debemos leer buenos libros. Mirar buenas películas. Practicar el amor a Dios, al prójimo. El Dr. Jaime Barylko en su obra “Sabiduría de la vida” dice al hablar del tiempo: “Tiempo es lo que te falta. Tiempo es lo que sobra. Una persona como la gente nunca tiene tiempo. Es el tipo de la agenda. Si es computarizada, mejor. Queda bien llorar, golpearse el pecho, porque uno no puede atender a los hijos, por eso falta, la falta de tiempo. Es que uno se sacrifica por lo hijos, y de esa manera sacrifica a los hijos. Sentirse culpable es una de las grandes hazañas de nuestro tiempo. Para tener tiempo, dice la gente, hay que irse. A la playa, a la montaña, a Miami, lejos de este mundanal ruido. A otro mundanal ruido. A cambiar de aire, es decir de tiempo, es decir de ruido. Pero de pronto aparece, el tiempo, y ahí esta, y tiene forma de agujero y color de negro opaco, y aroma de angustia. Es cuando uno no sabe que hacer. Uno no sabe qué hacer cuando pierde las recetas de la semana y del fin de semana, y se siente vacío. Se siente malo, porque esa es justamente la libertad, y ese aspecto tiene de: -Tienes que hacer algo contigo mismo. -¿Y eso en qué consiste?-quisiera preguntar uno. Pero no hay a quién preguntar. En eso, repito, consiste la libertad, en que debes responder a tus preguntas, y el mercado de lo enlatado tiene para estos tópicos las persianas bajas. Tiempo de soledad, tiempo de tiempo. Los griegos lo inventaron, e inventaron qué se podía hacer con ese tiempo. Pensar, decían. ¿Pensar? No seria mejor lavar el auto, pasear el perro, irse lejos, lejos, para regresar luego de lejos, lejos, y entre ir y regresar uno ya se gasta todo ese tiempo que había que invertir. Invertir en pensar. El resto es pasar el tiempo. O matarlo. Como si fuera algo viviente. Qué espanto, ¿No?”.
Invertir el tiempo es dejar de leer excesiva lectura de novelas, es dejar de lado la televisión, el fanatismo deportivo, las conversaciones frívolas, la pereza, los chismes, la envidia, los celos, el odio, el individualismo, el narcisismo, la vanagloria, la estupidez. Invertir el tiempo es pensar en todo lo constructivo, todo lo justo, todo lo bueno, todo lo amable, todo lo noble, todo lo que es digno de alabanza, todo lo que tiene virtud. Redimamos el tiempo. Utilicémoslo de modo sabio. El poeta Henry Wadsworth Longfellow entendió lo que es la vida y escribió: “Nunca en el grato porvenir confíes; deja enterrar sus muertos al pasado; actúa en el presente siempre vivo”.

Julio C. Chàves.

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