viernes, 9 de marzo de 2007

Un niño remontando un barrilete.


“La última de las libertades humanas es escoger la actitud de uno en cualquier clase de circunstancias”.
Dr. Víctor Frankl. (Sobreviviente de un campo de concentración).


“Mientras los pájaros planean al ritmo del viento un chico remonta su pájaro de papel, un barrilete”.
Cuando era chico íbamos a un terreno vacío de árboles y viviendas, en el cual, con mis hermanos, remontábamos nuestros barriletes artesanalmente construidos por nosotros mismos. El barrilete tenía un marco construido con tiras delgadas de caña, unidas por papel de diario. El barrilete tenía un cuerpo cuadrado y una cola de tela liviana que le ayudaba a mantener el equilibrio en el aire. Desde el suelo uno sostenía el hilo que estaba atado en el pecho del barrilete. Cuando había viento el barrilete se elevaba y la cola se agitaba con el viento. En algunas circunstancias había poco viento y era difícil remontar mi barrilete. Quizás era demasiado pesado o su cola era demasiado larga. No sé, lo único que sé es que en tales circunstancias el viento hace notar su presencia. Es así, a veces hay poco viento y otras veces no hay.
Cuando hay viento el barrilete flota en el aire como un globo y se aleja lentamente hacia el interior de las nubes. Un día había tanto viento que, con mis hermanos y mi viejo, logramos remontar tres barriletes sostenidos desde el suelo por el mismo hilo y los barriletes terminaron muy lejos de donde estábamos nosotros. Siempre que el tiempo y sus ocupaciones lo permitían, mi viejo nos armaba barriletes, nos llevaba al campito y lanzábamos estos pájaros de papel al aire. -Sujétalo bien. -¡Que no se te escape! Le decía a mi hermano Fernando. Cuando había viento era fácil remontar nuestros barriletes. Cuando no había viento era más difícil, casi imposible. Pero intentábamos remontarlos una y otra vez hasta que lográbamos hacerlo. Nuestra vida muchas veces es como los barriletes. Hay días que hay viento y las circunstancias conspiran a favor nuestro, entonces volamos fácilmente. Sin embargo, hay días en los cuales no hay viento y los árboles se yerguen solitariamente inmóviles, en esos días, las circunstancias se tornan suculentos obstáculos y se nos hace difícil volar. En efecto, a veces las circunstancias se vuelven contra nosotros y ahí nos cuesta muchos más vivir, volar, ser felices. Cuando no hay viento muchos pierden las esperanzas, la alegría, la felicidad; otros, sin embargo, esperan a que el viento comience a soplar y es ahí cuando pueden volar. Lo que hay que entender es que la ausencia de viento nos ayuda a volar al mismo viento. A veces no hay viento porque el viento no tiene que estar. Las circunstancias sin viento también son tramos de nuestra vida donde también tenemos que ser felices. De todos modos, cuando el viento reaparece, comenzamos a volar de nuevo.
El acto de vivir incluye una serie de días, con viento y sin viento, que exceden mucho a nuestra comprensión, y cuyo objetivo es ayudarnos a ser mejores personas. El acto de vivir incluye lecciones necesarias para que aprendamos a volar, amar, sonreír, llorar, vivir. Creo que es preciso adaptarnos a las diversas circunstancias, con el viento o sin él, y aprovechar esos momentos para vivir simplemente. Entonces, si creemos en la vida, mientras los pájaros planeen al ritmo del viento, nosotros podremos remontar nuestras vidas al igual que nuestros barriletes. “Una persona no puede viajar interiormente y permanecer quieta exteriormente”, afirmó James Allen.

Julio C. Cháves.

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