viernes, 9 de marzo de 2007

Decir la verdad.


“Nunca daré mi aprobación, ni puedo darla a una mentira”. Anónimo.


Actualmente vivimos en una sociedad donde impera una absoluta ausencia del sentimiento del deber, donde abundan los engrandecimientos egoístas. La mentira por su parte asume diversas formas, tales como las conveniencias y las diplomacias; y bajo uno y otro disfraz, se hace más o menos presente en toda clase social. La falta del sentimiento del deber, de decir la verdad, es el eje de la perversidad, lo cual potencia la reticencia, los ocultamientos de la verdad, los corazones insinceros, las adulaciones siniestras. La falta del sentimiento del deber potencia las mentiras y la anarquía en las relaciones interpersonales. De hecho, donde abundan mentiras también abundan las malas acciones y las conductas decadentes. La mentira es lo peor que puede caracterizar a un individuo.
Así pues, lo único que puede ennoblecer a una persona es la verdad, la honestidad, la sinceridad y el cumplimiento del deber. A fin de cuentas el deber está íntimamente relacionado a la veracidad, y quien cumple sus deberes es, por encima de todo, veraz en sus palabras y en sus acciones. Una persona que cumple con su deber dice y hace lo correcto, de buena manera y en el momento que debe hacerlo. La sinceridad por su lado une a las personas ya que es un vínculo verdaderamente pacificador. La ausencia de la sinceridad y la verdad pueden disolver a la sociedad en la anarquía y el caos. Practicar la verdad con sinceridad es fomentar el bien propio y el ajeno. Esta es la mejor manera de vivir en sociedad.
Si cumplimos con nuestro deber diciendo la verdad siempre, con sinceridad, podemos inspirar en los demás confianza, seguridad, hornero y dignidad. La verdad nos libera de la inseguridad, la ostentación y el alarde, la insinceridad y la vanagloria, la artificialidad y la muerte espiritual. En nuestro espíritu debe quedar resuelto el tema del bien y del mal, siguiendo en pos del bien cumpliendo con nuestros deberes diarios mirando lo bello de la vida y valorando las positivas consecuencias de hacer el bien y decir la verdad siempre. La verdad nos libera de las mascaras de vanagloria y egoísmo, nos redime de nuestra mezquindad y nuestra superflua manera de vivir. Porque la persona modestamente sincera y ver, jamás hace alarde ni ostentación de su persona frente a nadie. El hombre con honra e inteligencia vive conforme a la verdad sincera. Eso lo hace noble, virtuoso y digno de confianza.
Decir la verdad con amor es una forma de hacer el bien. En esta sociedad en con absoluta ausencia del deber todas las personas podemos hallar valor existencial en la práctica del bien y la verdad. Esto hará que los individuos en particular crezcan en valores y virtudes, logrando así una posición de honor frente a los hombres y Dios. La crisis de la sociedad se debe a las mentiras destructivas. Allí en donde hay mentiras, alardes, adulación y ostentación, existe la anarquía, la discordia y el caos en las relaciones humanas. Pero saben, yo no soy pesimista. Siempre soy optimista. Por lo tanto, si deseamos que la sociedad mejore moralmente debemos ser consientes practicantes de la verdad. Gritar “Amor y paz” se ha transformado en una moda en este mundo. La realidad es que no hay otra manera de fomentar la paz y el amor que siendo veraces y sinceros en nuestra forma de pensar, sentir y actuar…

Julio C. Cháves.

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