miércoles, 21 de marzo de 2007
Tomando en serio a los demás.
Alguien dijo: “Aprender a escuchar, a entender, a ver, a sentir”. Y la Biblia también dice que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos. Cuando deseamos llevarnos bien con los demás, sabemos que debemos respetar, aceptar y tomar en serio a los demás. Saludar a los demás con verdadero interés es una muestra de afecto. Si alguien nos cuenta sus problemas y nos ponemos en su lugar, quiere decir que hemos mostrado empatía. Recordar el nombre de los demás. Enfocar en las características positivas, elogiar, ayudar, es de sabios. Los que entendieron que los semejantes merecen ser percibidos con verdadero interés no ponemos apodos ni rótulos, llaman a las personas por su nombre. Actualmente vivimos zambullidos en un mar de individualismo. A nadie le importa el vecino, el compañero de trabajo, el amigo, e incluso muchos dejan de lado a sus propios familiares. Esto conduce a la soledad, el egoísmo. Ahora, si queremos mantener relaciones interpersonales constructivas tenemos que estar dispuestos a escuchar, atender las necesidades de quienes nos rodean. Si queremos que nos presten atención primero debemos prestar atención nosotros.
La indiferencia, la codicia y la mezquindad han separado a las personas. La búsqueda del éxito personal a costa del sufrimiento ajeno ha causado heridas irreparables en muchas personas. Entonces, pregunto, ¿de que sirve competir ferozmente? ¿Qué ganamos pretendiendo ganarle a todos todo el tiempo? Lo único que ganamos es soledad, aislamiento, tristeza. Esta es la cultura del desprecio y la adulación, la mentira y la discriminación. Por esto es tiempo de marcar una diferencia y hay que empezar a mostrar interés por los demás. El aislamiento y la soledad conducen a la desintegración mental. El egoísmo empequeñece. Salir fuera de la propia piel es empezar a ser una persona de verdad y es señal de que hemos entendido el poder de darnos a los demás. De hecho, Dios nos creo para amar y ser amados. Dios es amor. Un famoso filósofo alguna vez dijo que todo acto de bondad es una demostración de poderío.
En su ensayo ¡Usted nació original, no muera como una copia!, John L. Mason, dice: “No existe mejor ejercicio para el corazón que agacharse y levantar a alguien. Proverbios 11.24 dice: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza”. Sí, ¡el hombre generoso será rico! Al dar de beber a otros, bebe él. Usted fue creado para ayudar a otros. Los mejores en servir a otros son siempre capaces de ver el lado optimista en los problemas de los demás. Practicar la regla de oro no es un sacrificio sino una inversión. No dé hasta donde duele, siga dando hasta que se sienta bien. “Lo que hacemos sólo para nosotros mismos muere con nosotros; lo que hacemos para otros es eterno. Tengo aquello que obsequié; tenía lo que gasté, perdí lo que guardé” (viejo epitafio). Nadie está más engañado que el mezquino. “Nadie ha recibido honores por lo que se le dio. El honor fue la recompensa de lo que dio”, dijo Coolidge. Invierta en el éxito de los demás. Pues cuando ayuda a alguien a escalar una montaña, usted también se encontrará cerca de la cima”. Nuestra meta cotidiana debe ser ayudar a los demás. Dar de uno mismo. Tender una mano. Siempre podemos ayudar. Elogiemos. Miremos lo positivo. Motivemos. Nuestro interés por las cosas del otro debe estar motivado por la compasión y la empatía. Lo que destruye a los hombres es el egoísmo, la indiferencia, la apatía, pero la bondad y la misericordia nos engrandecen como seres humanos. “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”, dijo Platón.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario