domingo, 18 de marzo de 2007

Obreros en pié, empresas en pié.

Hace unos cuantos años, en nuestro amado país, estamos atravesando una odisea económica profundamente crítica. Una de las características de esta crisis, es el vaciamiento de las empresas, ya sea por abandono de los propietarios o por quiebra. De un día para otro, los que antes estaban con trabajo, de súbito quedaron a la deriva. El fantasma de la desocupación entenebreció el rostro de la sociedad entera. Las fábricas permanecieron cerradas. Pero esto no duró para siempre, ya que el incremento de las crisis económica y social, generó la revolución de los trabajadores. Muchos obreros no se resignaron a quedar sin destino certero. Entonces obreros guiados por la desesperación y las necesidades básicas, decidieron quedarse en las fábricas para evitar el incremento del multitudinario grupo de desocupados. Las fábricas fueron y son recuperadas por manos de los trabajadores. Los obreros se apropiaron de sus fuentes de trabajo. Guiados por la unión y el amor social, ocuparon las empresas y las pusieron a producir. Los obreros en pié generaron empresas en pié… ¡Cooperativas en pié, obreros en pié!
Este es un fenómeno que nos demuestra que la unión, la voluntad, y un proyecto en común, puede hacer mucho en beneficio de la sociedad. Ciertamente la dirección obrera puede proporcionar progreso y ocupación. En tiempos de crisis estamos siendo personas más unidas y luchadoras. Los obreros se han apropiado de sus capacidades productivas y han desarrollado una nueva gestión de los recursos disponibles. Los obreros han tomado conciencia de que pueden ser responsables para consigo mismo y para con sus compañeros de lucha, lo cual ha producido una gestión verdaderamente autónoma. Esto se llama “Riqueza social” en tiempos de crisis. Esto es fe, trabajo cohesivo y expectativas constructivas.
La disponibilidad de lo mínimo esencial para la vida desempeña un papel vital, no únicamente para lograr una familia bien constituida, sino también para el desarrollo de la personalidad. El trabajo dignifica. Entonces, deben garantizarse a todos los ciudadanos ciertos requisitos mínimos. La disponibilidad de vestimenta, alimentos, educación y atención médica, más la disponibilidad de una vivienda, son requisitos fundamentales para la sólida constitución de la familia y de los individuos en particular. Las necesidades básicas de todo individuo deben ser satisfechas. Esto se logra mediante el suministro de trabajo a la gente. Muchas personas yacen desocupadas. Otras personas, en cambio, han optado por conservar su trabajo, siendo parte de esa “revolución obrera” de la cual estamos hablando en las líneas precedentes. El control obrero de las fábricas es una solución alternativa para lidiar fervientemente con estos caóticos tiempos de crisis. Miguel de Unamuno dijo al referirse a la adversidad: “No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues, no tiene la oportunidad de poner a prueba sus capacidades”.
Es ante las crisis de la vida cuando nos volvemos mejores personas. Ahí, en el pantano de la desesperación y la incertidumbre, es cuando crecemos realmente. Los obreros han tomado fábricas y están cuidando los materiales, las máquinas, a sus compañeros, y están reinventando el trabajo. Esto es una victoria del espíritu solidario. Cuando la gente cree en la gente, existe un impenetrable caparazón de dignidad, amor social, y riqueza humana. Finalmente John F. Kennedy nos desafía: “No preguntéis qué puede hacer vuestro país por vosotros…preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país…”.

Julio C. Cháves.

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