domingo, 18 de marzo de 2007

Apelando a la experiencia ajena.

Un vino nuevo puede ser bueno, pero ciertamente no es comparable a otro de igual calidad que tenga potencialmente varios años de estacionamiento. Algo semejante ocurre con nosotros los jóvenes, podemos tener un excelente nivel intelectual y ser capaces de hacer cosas brillantes, pero queda claro que podremos ser totalmente capaces, únicamente, cuando a esas cualidades les agreguemos el ingrediente indispensable llamado: Experiencia. La mentada experiencia sólo puede ser adquirida mediante el factor tiempo. La experiencia es la enseñanza que se adquiere con el uso, la práctica o sólo con el vivir.
Nadie puede decir que vivir es fácil. Muy por el contrario, todos sabemos que vivir es complicado. Por eso, debemos afrontar cada instante de la vida con todas nuestras capacidades bien canalizadas, sabiendo que no es un proceso sencillo que lo podemos encarar y superar de un modo no inteligente. Debemos vivir con inteligencia y también con experiencia. Ahora, teniendo en cuenta que un mal proceder puede causarnos un daño de por vida, ¿es inteligente valorar como algo importante la experiencia ajena? ¿O será que debemos experimentarlo todo? Un arquitecto recién recibido con excelentes calificaciones no puede estar en un plano de absoluta igualdad con otros arquitectos que, además de poseer excelentes calificaciones, hayan adquirido una sólida experiencia haciendo planos, diseñando casas, edificios, calles, etc. Lo mismo podemos decir de un albañil, de un médico, de un peluquero, etc.
La experiencia otorga una visión más exacta de las dificultades de la vida, ya sean estas de índole profesional como de índole cotidiana. Muchas personas, jóvenes y muchos adultos, dicen que la experiencia ajena no sirve. Pero esto es un sofisma, ya que tiene apariencia de verdad, pero no lo es. Si tenemos en consideración la experiencia ajena, sin renunciar a la nuestra, y conociendo previamente cómo les fue a otros en la misma situación en que nosotros nos encontramos, viviremos de un modo inteligente y evitaremos disgustos y arrepentimientos personales que son irremediablemente tardíos. Preguntar a los que saben antes de hacer algo es una decisión muy inteligente. Cuando un problema nos preocupa siempre debemos consultar a alguien que sepa más que nosotros. Esto no significa que debamos renunciar a nuestra propia experiencia, sino significa que de este modo vamos a enriquecerla.
Los grandes genios de la humanidad escucharon los consejos de genios más experimentados. La experiencia ajena es muy útil. Es hora de que tomemos conciencia de esta verdad. No estoy diciendo que la experiencia ajena sea un sustituto idóneo de la propia. No, decir esto sería una incongruencia. Lo que digo es que podemos enriquecernos escuchando a otros individuos que han pasado por los mismos problemas que nosotros. La experiencia ajena sirve muchísimo. Cuando tengamos un problema que nos confunda y nos agobie, acudamos sin vergüenza a quien sabe. ¡No nos demoremos! Si nuestro problema requiere el consejo de un profesional, pidámoslo. Si nuestro problema requiere el consejo de alguien que no es profesional, pidámoslo. La experiencia ajena puede evitarnos muchos sufrimientos evitables y totalmente innecesarios. Si vivimos de modo inteligente, seguramente nos convertiremos en un buen vino. Gandhi nos dice: “El error de la juventud es creer que la inteligencia suple a la experiencia; y el error de la edad madura es pensar que la experiencia sustituye a la inteligencia”.
¡Inteligencia y experiencia. Eso es equilibrio!


Julio C. Cháves.

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