viernes, 9 de marzo de 2007

No te rindas, persevera.


Hay que ser ligero como el ave y no como la pluma”.
Paúl Valer.



Cuando uno quiere superarse debe perseverar. La perseverancia es lo que nos permite sobreponernos a las circunstancias negativas de la vida. Si todo esta bien, es fácil perseverar. Sin embargo, cuando las circunstancias conspiran en contra nuestro es difícil. La verdadera perseverancia es la que vence a la adversidad. A nadie le agrada ser un fracasado. A nadie le agrada dejar de luchar. A nadie le agrada tener que dejar las cosas a medio terminar. Pero de todos modos muchos individuos quedan a la mitad del camino. Muchos se rinden y dejan de luchar. Hacen esto porque ignoran el poder que tiene la perseverancia. Obviamente perseverar incluye poner voluntad y esfuerzo. Ser perseverante es poner firmeza en mantener los propósitos del ánimo y llevarlos a buen término.
Lo contrario a la perseverancia es la inconstancia. Ser inconstante es dejarse vencer por el desánimo y dejar las cosas a la mitad del camino. La inconstancia nos daña, pues nos conduce a la derrota y a la frustración. En cambio, la constancia, la perseverancia es el camino conducente al puerto seguro del éxito. La voluntad de superarnos nos permite luchar contra el viento, ayudándonos a seguir adelante aun cuando la adversidad se vuelve demasiado fuerte. Se cuenta que si Edison se hubiera desanimado con sus experimentos y sus investigaciones para aprovechar la electricidad, nunca habría inventado la lamparita eléctrica. Edison, en vez de desanimarse, perseveró y perseveró, y después de muchas horas de trabajo, llegó el día en que levantó el interruptor y la luz eléctrica se convirtió en algo tangible, real. Edison logró terminar su proyecto porque tenía voluntad de superación y porque sabía que la voluntad es el camino a la perseverancia y la perseverancia es el camino al éxito. La perseverancia y la voluntad son las armas de las cuales disponemos para lidiar contra la suculenta adversidad. Perseverar también es triunfar. Napoleón Bonaparte dijo: “EL infortunado es la comadrona del genio”.
Jamás hay que dejar de luchar por lo que uno quiere. Jamás hay que arrodillarse ante la adversidad. Siempre hay que luchar. Siempre hay que poner la voluntad al servicio de la perseverancia. Si uno cree que puede alcanzar las metas, las alcanzará. Si uno sabe que fracasar una vez no es ser un fracasado, seguramente tendrá éxito. Nunca es demasiado tarde para seguir adelante. Nunca es tarde para valorarnos. Nunca es tarde para luchar. Hay que dejar de lado las críticas y los pensamientos derrotistas. Hay que practicar el autocontrol y hay que luchar, cueste lo que cueste. Siempre hay que tener voluntad. Jamás hay que temer. Jamás hay que detenerse. Nunca es tarde para triunfar. Almafuerte expresó: “No te des por vencido ni aun vencido. No te sientas esclavo ni aun esclavo. Trémulo de pavor, piénsate bravo… y arremete feroz, incluso mal herido. Ten el tesón del clavo enmohecido, que ya viejo y ruin… vuelve a ser clavo; no la cobarde intrepidez del pavo… que amaina su plumaje al primer ruido”.
¡No te rindas y pégale un puñetazo a la adversidad!

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