“Mi carácter arrebatado me hacía explotar en cólera ante la menor provocación. La mayoría de las veces, después de uno de esos incidentes, me sentía avergonzado por consolar a quien había herido. Un día mi maestro, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me llevó al salón y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo:
-¡Estrújalo!
Asombrado le obedecí e hice con el una bolita.
-Ahora, volvió a decirme, déjalo como estaba antes.
Por supuesto que no pude dejarlo como estaba. Por más que traté, el papel quedó lleno de pliegues y de arrugas.
-El corazón de las personas, me dijo el maestro con firmeza, es como ese papel. La impresión que en ellos dejas será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues. Esa simple lección me hizo aprender a ser más comprensivo y paciente con los demás. Cuando siento ganas de estallar, siempre, recuerdo ese papel arrugado…”.
Todos afectamos a los demás. Sin asomo de duda, siempre, dejamos huellas en la gente. Con palabras, miradas y actitudes siempre surtimos un efecto sobre quienes nos rodean y causamos una impresión que puede durar toda la vida. Todas las personas somos buenos con algunos y malos con otros. Si alguien nos cae bien somos buenos pero si nos cae mal somos malos. Esto no debería ser así ya que la Biblia ordena que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos. Ahora, lamentablemente muchas personas son más malas que buenas y al igual que el joven del cuento dejan el alma de los demás con arrugas y pliegues. Y después pretender que las relaciones sean iguales que antes. Hay individuos que trivializan a los demás y utilizan el sarcasmo, la mentira, las insinuaciones, las burlas y el desprecio para llevar a cabo sus estrategias psicológicas destructivas. Hacen esto porque son narcisistas, egoístas y se procuran únicamente por su propio bienestar. Descalifican para calificarse. Humillan para exaltarse. Y su lema es: divide y vencerás. Imponen su autoridad porque se creen mejores que otros. Pero como dijo José Narosky en su libro de aforismos Si todos los sueños, solamente los enanos se regocijan de las debilidades de los gigantes. Este tipo de personas a corta o a la larga terminan solos, aislados. Si estrujamos el corazón de los demás, nuestras relaciones interpersonales se verán afectadas negativamente. No seamos resentidos y miremos lo positivos en todos. Eso nos acerca a los demás. El resentimiento es cruel. El mal humor es corrosivo. Debemos reconocer que hemos sido creados para amar. El odio nos confunde. Las comparaciones bajan nuestra autoestima. La envidia aísla. Pero el amor engrandece. El amor es el máximo sentimiento; en la Biblia se dice que cesarán la ciencia y la profecía, cesarán las lenguas, pero el amor nunca dejará de ser. (1Cor 13:8). “Todos los problemas tienen la misma raíz: el miedo, que desaparece gracias al amor; pero el amor nos da miedo”.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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