Nos han invadido los teléfonos celulares. Estos aparatitos se supone que nos hacen la vida más fácil. Podemos enviar mensajes de texto. Podemos realizar llamadas. Pero de todos modos, aunque tienen sus ventajas, también tienen sus desventajas que repercuten en las relaciones humanas. Los expertos dicen que en vez de mantenernos comunicados y mejorar nuestra comunicación interpersonal los teléfonos celulares nos mantienen aislados. La realidad es que estos diminutos y sofisticados telefonitos han modificados las costumbre, la cultura, y sobre todo las relaciones entre las personas ya que antes si nos teníamos que decir algo nos lo hablábamos personalmente más ahora nos enviamos un mensaje de texto. “La comunicación a través de artilugios electrónicos nos está volviendo muy perezosos ante el contacto en vivo”, escribió Maricel Cavaría en una nota en clarín. Ahora somos fanáticos del texting y nos mandamos mensajes lacónicos que no dicen nada, que no tienen sentido ni significado. En vez de utilizar a los telefonitos como a nuestros esclavos ellos nos han convertido en esclavos a nosotros. No son malos, somos nosotros los usuarios quienes hacemos de ellos un mal uso. Algunos los cuidan, los limpian, les cargan todo el tiempo la batería, y están pendientes de si hay una llamada o un mensaje nuevo. Se puede decir que es una compensación de nuestro tiempo.
No digo que no sirvan sino que deseo hacer entender que a veces hay que dejarlos un poquito de lado. Esta bien usarlos para el laburo o para llamar a alguien que no podemos ver en ese instante por obligación que cumplir. Pero cuando se trata de relacionarnos con nuestros seres queridos ahí entra en juego otra cosa que no se puede construir con mensajes de texto. Hay que dedicarle a las personas el tiempo que se merecen cara a cara. Las relaciones interpersonales deben ser tangibles, reales. Observar, contemplar, percibir, tocar y mirar a los ojos a los demás es un ritual social que hay que tener en cuenta siempre. Necesitamos mirarnos. El texting en lo que a vínculos se refiere es un poco frío, distante. Cuando nos tenemos que decir algo importante debemos encontrarnos. Los mensajes de texto pueden confundirnos y hacernos pensar cosas que no son reales. Dejar un poco de lado el celular hace que estemos más cerca.
En su ensayo El arte de vivir, el Dr. Jaime Barylko, dice: “El hombre de antes viajaba a casa o al trabajo en auto y llevaba la radio encendida y escuchaba otras voces. El posmoderno oye una sola voz, la suya, porque aún en ese viaje se adhiere a un instrumento pequeño, que ya forma una prolongación natural de su boca y su oído, y…le habla. No es mi deseo negar la utilidad de los aparatos, la tecnología, y los teléfonos celulares que me persiguen en mis pesadillas nocturnas. No. Solo digo que de tiempo en tiempo, podemos prescindir, y debemos prescindir de ellos. El interior se ilumina, cuando el exterior se retira al fondo del escenario. La informática en todas sus variaciones y derivaciones es un instrumento. Es decir que el instrumento implica un agente que use ese instrumento. Es decir que el instrumento implica, conceptual y realisticamente, un universo semántico de agentes humanos que en el mundo de las causas finales, según enseñaba Aristóteles, apelan a medios o causas eficientes a fin de alcanzar las finalidades propuestas”.
Todo tiene su tiempo bajo el sol. Tiempo de hablar por celular y tiempo de mirarnos a los ojos. Tenemos que darnos cuenta de que el celular ha generado un estado de soledad donde estamos acompañados únicamente del aparato, pero estamos solos con nuestra voz. Recordemos que tal vez los mensajes de texto en vez de mejorar nuestra comunicación pueden alejarnos, aislarnos. Hace poco leí una de las últimas novelas de Stephen King, donde a partir el día 1 de octubre a las 15:03 se envían mensajes a través de teléfonos celulares que convierten a todos los que los reciben en zombies asesinos... Se desata una locura criminal y destructiva de la que pocos escaparán, y los que lo logren tendrán que sobrevivir en un mundo totalmente transformado. Es cierto que en la realidad no nos vamos a convertir en zombies asesinos pero si nos podemos alejar de los demás.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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