Dijo John Milton, autor del clásico El paraíso perdido, que con frecuencia, nada resulta más provechoso que la autoestima, justamente entendida y bien manejada. La autoestima es el juicio personal de dignidad que uno tiene hacia uno mismo, expresado en las actitudes y el comportamiento beneficioso. La autoestima es la valoración que uno tiene de sí mismo; se vincula estrictamente al auto concepto, es decir, cómo nos percibimos en lo físico, en lo intelectual y en lo ético social. La autoestima es la confianza en nuestra capacidad de pensar y nuestra capacidad para enfrentarnos a los desafíos básicos de la vida; es la confianza en nuestro derecho a triunfar, ser felices y ser respetados. Un individuo con buena autoestima mantiene una coherente opinión acerca de sí mismo, aprobando su conducta y creyendo su valor como persona digna, tiene amor propio, reconoce sus limitaciones y a la vez advierte sus virtudes. La buena autoestima hace que uno confié en si mismo, confiando en su propio criterio, pensando por cuenta propia. Cuando nos auto valoramos las cosas nos salen mejor. Nos damos cuenta que somos únicos. Entonces, no intentamos ser fotocopias de nadie, ni de ganarle a nadie, ni de compararnos o competir con nadie, sino que somos nosotros mismos. “A ti mismo sé fiel y así con nadie podrás ser falso”, dijo Shakespeare.
William James, el padre de la psicología norteamericana, en su obra Principles of psychology, obra editada por primera vez en 1890, quizás contiene el primer esbozo de definición de autoestima: “Yo, que para la época he arriesgado todo para ser psicólogo, me siento mortificado si otros saben mucho más de psicología que yo. Pero me alegra revolverme en la ignorancia de la lengua griega. Mis deficiencias en esta materia no me producen ninguna sensación de humillación personal. Si tuviera pretensiones de ser lingüista, se habría producido el efecto adverso… Sin intento no puede haber fracaso; sin fracaso no hay humillación. Lo que sentimos con respecto a nosotros mismos en este mundo depende enteramente de lo que apostemos ser y hacer. Esta determinado por la proporción entre nuestra realidad y nuestras supuestas potencialidades; una fracción en la cual el denominador son nuestras pretensiones y el numerador, nuestro éxito; por lo tanto: autoestima: éxito
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Pretensiones
Dicha fracción puede aumentarse tanto disminuyendo el denominador como aumentando el numerador. Tan maravilloso consuelo en ceder pretensiones, como verlas colmadas”.
Mientras más sólidamente nos respetemos y tengamos un concepto positivo de nosotros mismos, mejor equipados estaremos para lidiar con todas aquellas situaciones, eventualidades, relaciones interpersonales y demás cosas circundantes que ataquen nuestra autoestima. Si pensamos bien de nosotros mismos no importa lo mal que puedan hablar de nosotros. Una buena autoestima, hay que decirlo, no consiste en un engreimiento ruidoso, chabacano, ególatra, consiste básicamente en la sensación del propio valor. Cuando se quiere a si mismo se acepta tal cual es. Los que tienen buena autoestima no se preocupan por sobresalir, compararse o ganarle a los demás sino que se ocupan en ser ellos mismos, brillando con luz propia, dando lo mejor se ellos mismos al mundo que les rodea. La buena autoestima actual como el sistema inmunológico de nuestra conciencia, dándonos resistencia, fortaleza y capacidad de regeneración ante todo lo que quiera disminuirnos como seres humanos. Si tenemos mala autoestima caeremos ante el menor obstáculo pero si pensamos bien de nosotros mismos saldremos adelante cueste lo que cueste. La felicidad, no es una meta, es un camino que se decide recorrer, es la capacidad de amarse y valorarse. Orison S. Marden dijo: “Nunca realizó nada notable el que hizo poca estimación de sí mismo. No obtendremos de nosotros más de lo que esperamos obtener”.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
William James, el padre de la psicología norteamericana, en su obra Principles of psychology, obra editada por primera vez en 1890, quizás contiene el primer esbozo de definición de autoestima: “Yo, que para la época he arriesgado todo para ser psicólogo, me siento mortificado si otros saben mucho más de psicología que yo. Pero me alegra revolverme en la ignorancia de la lengua griega. Mis deficiencias en esta materia no me producen ninguna sensación de humillación personal. Si tuviera pretensiones de ser lingüista, se habría producido el efecto adverso… Sin intento no puede haber fracaso; sin fracaso no hay humillación. Lo que sentimos con respecto a nosotros mismos en este mundo depende enteramente de lo que apostemos ser y hacer. Esta determinado por la proporción entre nuestra realidad y nuestras supuestas potencialidades; una fracción en la cual el denominador son nuestras pretensiones y el numerador, nuestro éxito; por lo tanto: autoestima: éxito
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Pretensiones
Dicha fracción puede aumentarse tanto disminuyendo el denominador como aumentando el numerador. Tan maravilloso consuelo en ceder pretensiones, como verlas colmadas”.
Mientras más sólidamente nos respetemos y tengamos un concepto positivo de nosotros mismos, mejor equipados estaremos para lidiar con todas aquellas situaciones, eventualidades, relaciones interpersonales y demás cosas circundantes que ataquen nuestra autoestima. Si pensamos bien de nosotros mismos no importa lo mal que puedan hablar de nosotros. Una buena autoestima, hay que decirlo, no consiste en un engreimiento ruidoso, chabacano, ególatra, consiste básicamente en la sensación del propio valor. Cuando se quiere a si mismo se acepta tal cual es. Los que tienen buena autoestima no se preocupan por sobresalir, compararse o ganarle a los demás sino que se ocupan en ser ellos mismos, brillando con luz propia, dando lo mejor se ellos mismos al mundo que les rodea. La buena autoestima actual como el sistema inmunológico de nuestra conciencia, dándonos resistencia, fortaleza y capacidad de regeneración ante todo lo que quiera disminuirnos como seres humanos. Si tenemos mala autoestima caeremos ante el menor obstáculo pero si pensamos bien de nosotros mismos saldremos adelante cueste lo que cueste. La felicidad, no es una meta, es un camino que se decide recorrer, es la capacidad de amarse y valorarse. Orison S. Marden dijo: “Nunca realizó nada notable el que hizo poca estimación de sí mismo. No obtendremos de nosotros más de lo que esperamos obtener”.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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