lunes, 5 de marzo de 2007

Los que hacen el bien.


José Narosky en su libro de aforismos Si todos los sueños, dijo que las virtudes no siempre gratifican pero siempre enorgullecen. Hacer el bien a los demás muchas veces no gratifica pero la bondad y el amor a los semejantes es la estructura moral que sostiene a la sociedad y la mantiene unida a las personas. Cuando no hay bondad lo único existente es la anarquía, la soledad, el individualismo, el solo importo yo. Los malos son fríos, insensibles, groseros, infelices, contagiosamente impíos. Por otro lado, están los que hacen el bien si esperar nada a cambio, y esto los dignifica, los exalta, porque el que se empequeñece es el que crece delante de las miradas ajenas. Haciendo el bien se es feliz. Quienes desean cosechar buenas relaciones humanas resisten las malas intensiones, dominan su mezquindad y su egoísmo innato no tiene influencia sobre ellos. El bien tranquiliza, pacifica. Sin alardear, sin ostentar éxitos, sin mostrarse superiores, van los hombres de buen corazón sembrando la tolerancia y el respeto altruista. Es cierto que personas que no se merecen cariño porque son malas, engreídas y sólo buscan el beneficio propio, pero aunque cueste quererlas hay que hacerlo porque esto nos hace humanos. No hay que discriminar ni menospreciar. La bondad conduce a la armonía social.
Los que hacen el bien son fieles a la verdad porque no existe bondad donde hay mentira y falsedad. Por esto dicen la verdad con sus labios, dan verdaderos testimonios, hablan bien de quien se lo merece y quien no se merece sus elogios únicamente encuentra silencio. Ocasionalmente hay que luchar con el desprecio que uno siente hacia ciertas personas. Hay que hacerles el bien de todas maneras. Amar es dejar el egocentrismo de lado. Todo acto de bondad es una demostración de superioridad. El único símbolo de trascendencia es la bondad. Una persona de buena voluntad y sana actitud es pertinente, hace lo correcto y jamás lastima deliberadamente a los demás. Sabe que lo que uno siempre cosecha. Los seres bondadosos saben que la mentira es la columna vertebral de la maldad. En consecuencia, siempre dicen lo que sienten y piensan, dicen la verdad. Cuando cualquiera miente esta buscando lo torcido, esta buscando ocultar algo o perjudicar-perjudicarse. Los que mienten buscan las conveniencias personales, la falsedad, la perversidad, la oscuridad. Los bondadosos siempre buscan la transparencia y la luz moral. Esto hace que sean dignas de confianza y admiración.
La verdad es la bondad. “Nunca daré mi aprobación ni puedo darla a una mentira”, afirmó el Dr. Marshall Hall.
Ahora, De Tocqueville nos hace reflexionar con la siguiente carta que escribió a su amigo Kergolay: “Comprendo cada día más, como tú, la felicidad que consiste en el cumplimiento del deber. Creo que no hay otra tan profunda y tan real. Únicamente hay un gran objetivo en el mundo que merezca nuestros esfuerzos, y es el bien de la humanidad. Algunas personas tratan de ser útiles a los hombres que desprecian y otras a los que aman. En los servicios prestados por los primeros hay siempre algo de incompletad y desdeñoso, que no inspira confianza ni gratitud. Me gustaría permanecer en la segunda clase, pero con mucha frecuencia no me es posible. Amo a la humanidad en general, pero me tropiezo constantemente con individuos cuya cabeza me repele. Lucho todos los días con un desprecio total hacia mis semejantes”. (Memorias y recuerdos, De Tocqueville, vol. I, página, 313, Carta a Kergolay).
Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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