Con nuestros ojos vemos todo lo que nos rodea y nos movemos en el mundo, en la sociedad, pero además de ver los ojos cumplen la función de emitir juicios y prejuicios menospreciativos. Cuando los ojos miran a los demás y escupen opiniones esteriotipadas, sin conocimiento del contexto y de las causas, estamos ante el prejuicio que consiste en decir algo de alguien sin conocer cabalmente la idiosincrasia de nuestro semejante. Los ojos desprovistos de humanidad son malignos, destructivos, desgarradores, divisivos. Muchas personas son prejuzgadas y juzgadas por motivos de sexo, religión, estatus social, discapacidades físicas o mentales, enfermedades como el sida, entre otras cosas. La naturaleza de los prejuicios se debe básicamente a las ideas estereotipadas que nos hacemos de los otros. Cuando hacemos una valoración o apreciación despreciativa o negativa de un individuo, grupo, pueblo, sociedad, barrio o familia en particular, estamos aceitando el mecanismo maligno de los prejuicios. Cuando los prejuicios llevan a alguien a actuar de un modo determinado respecto a un grupo o individuo prejuzgado, el resultado es la discriminación y la estigmatización social. Los prejuicios son un perjuicio.
Todos los seres humanos categorizamos, esteriotipamos, clasificamos, ponemos etiquetas y rótulos de muchas formas. Eduardo Mallea dice al respecto: “Tenemos dos ojos y miramos las cosas con los dos, pero a la gente con uno solo. Ese ojo ciclópeo es el gran deformador y el gran parcializador. El hombre emite por ese ojo su maligno rayo menospreciativo; el rayo del prejuicio o juicio prevenido”. Tristemente nuestros prejuicios vienen desde nuestra infancia donde nuestros padres, los maestros, amigos, vecinos, etc., nos impusieron una manera de pensar respecto a alguien en particular. Como resultado emitimos juicios u opiniones sobre temas, cosas y personas sin conocer plenamente las consecuencias de nuestros pensamientos. Los prejuicios están íntimamente ligados a la discriminación ya que se apoyan sobre la idea que los demás son inferiores y no se merecen respecto ni aceptación social. Es decir, el discriminador discrepa y difiere con los demás, apoyados en sentimientos y pensamientos etnocentristas, xenófobos, racistas, estetas, estimulados siempre por los prejuicios. Los prejuicios y la discriminación niegan la igualdad, la integración, los derechos y fomentan la segregación, el aislamiento y el rechazo a las personas diferentes. Como dije líneas arriba, los prejuicios son un perjuicio.
Pues bien, hay que decir que los prejuicios y la discriminación son elementos psicológicos aberrantes y hay que combatirlos con tolerancia, respeto, aceptación y hay que darse cuenta que los seres humanos son de múltiples naturalezas y creencias, colores de piel, culturas y filosofías. El derecho humano fundamental de libertad de culto y conciencia nos impele a respetar cualquier creencia o ideología sea de tipo religiosa, política y filosófica. La práctica de una axiología racional no discriminativa conduce a la unión social y la valoración constructiva de la idiosincrasia de los semejantes. Hay que ir hacia el otro sin conceptos prefabricados. Hay que conocer a los demás y a posteriori decir, explicar y verter opiniones. Todos somos diferentes. Todos necesitamos ser necesitados. “El que no ha salido jamás de su país está lleno de prejuicios”, dijo Carlo Goldoni , Dramaturgo italiano.
Julio César Cháves http://ar.f526.mail.yahoo.com/ym/Compose?To=escritor78@yahoo.com.ar
Todos los seres humanos categorizamos, esteriotipamos, clasificamos, ponemos etiquetas y rótulos de muchas formas. Eduardo Mallea dice al respecto: “Tenemos dos ojos y miramos las cosas con los dos, pero a la gente con uno solo. Ese ojo ciclópeo es el gran deformador y el gran parcializador. El hombre emite por ese ojo su maligno rayo menospreciativo; el rayo del prejuicio o juicio prevenido”. Tristemente nuestros prejuicios vienen desde nuestra infancia donde nuestros padres, los maestros, amigos, vecinos, etc., nos impusieron una manera de pensar respecto a alguien en particular. Como resultado emitimos juicios u opiniones sobre temas, cosas y personas sin conocer plenamente las consecuencias de nuestros pensamientos. Los prejuicios están íntimamente ligados a la discriminación ya que se apoyan sobre la idea que los demás son inferiores y no se merecen respecto ni aceptación social. Es decir, el discriminador discrepa y difiere con los demás, apoyados en sentimientos y pensamientos etnocentristas, xenófobos, racistas, estetas, estimulados siempre por los prejuicios. Los prejuicios y la discriminación niegan la igualdad, la integración, los derechos y fomentan la segregación, el aislamiento y el rechazo a las personas diferentes. Como dije líneas arriba, los prejuicios son un perjuicio.
Pues bien, hay que decir que los prejuicios y la discriminación son elementos psicológicos aberrantes y hay que combatirlos con tolerancia, respeto, aceptación y hay que darse cuenta que los seres humanos son de múltiples naturalezas y creencias, colores de piel, culturas y filosofías. El derecho humano fundamental de libertad de culto y conciencia nos impele a respetar cualquier creencia o ideología sea de tipo religiosa, política y filosófica. La práctica de una axiología racional no discriminativa conduce a la unión social y la valoración constructiva de la idiosincrasia de los semejantes. Hay que ir hacia el otro sin conceptos prefabricados. Hay que conocer a los demás y a posteriori decir, explicar y verter opiniones. Todos somos diferentes. Todos necesitamos ser necesitados. “El que no ha salido jamás de su país está lleno de prejuicios”, dijo Carlo Goldoni , Dramaturgo italiano.
Julio César Cháves http://ar.f526.mail.yahoo.com/ym/Compose?To=escritor78@yahoo.com.ar
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