domingo, 4 de marzo de 2007

Las consecuencias de nuestros actos.


Somos lo que hacemos de nuestras vidas. Lo que hacemos o dejamos de hacer conduce a consecuencias. Con nuestras decisiones vamos escribiendo los capítulos de nuestra biografía. Cuando una persona cambia, cambia también todo lo que le rodea. Los buenos actos producen buenos frutos, y los malos actos producen consecuencias tristes. Por esto hay que ver las cosas con claridad. Muchas cosas de las que hacemos siguen funcionando aún después de nuestra muerte. Tomemos el caso de grandes personajes de la historia humana que aún después de partir a la eternidad dejaron huellas indelebles en las vidas de las generaciones siguientes. Somos parte de múltiples relaciones interpersonales donde nos perciben y somos percibidos. En efecto, nuestros actos no solo nos afectan sino que también afectan nuestro entorno. “Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia” escribió Paulo Coelho. Entender que nuestros actos implican una caterva de consecuencias, nos hace darnos cuenta de la magnitud de la nuestra responsabilidad. Tenemos libre albedrío. Tomamos decisiones. Elegimos una cosa y rechazamos otras. Dios ha establecido leyes morales, éticas, axiológicas, que debemos acatar si pretendemos ser razonablemente felices. Lo que hacemos en el presente modifica nuestra realidad actual y al mismo tiempo, modifica nuestro futuro. Quizá no advertimos lo que será de nuestra vida más adelante en el camino de la vida, pero debemos ser conscientes de esto ya que muchas consecuencias pueden ser totalmente desastrosas, calamitosas. Nuestros actos dan una enseñanza silenciosa. A través de los actos alcanzamos la felicidad o la desgracia. Todo depende directamente de lo que elijamos. La escritora española Rosa Montero dijo que “todos llevamos nuestra posible perdición pegada a nuestros talones”. Muchos hacen cosas sin pensar y luego se lamentan. Cierto que nadie es perfecto ni puede serlo, pero si pensamos antes de hacer algo podemos evitar muchos dolores de cabeza. Cultivar los buenos actos es indispensable si pretendemos desarrollar una biografía plagada de capítulos de dicha. Vale recordar que “el mundo entero se aparta del camino cuando ve a una persona que sabe a donde va”.

Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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