jueves, 8 de marzo de 2007

La diferencia entre el buen humor y la ironía.


Antes de entrar en detalles y decir de qué modo se diferencian el buen humor y la ironía, creo prudente dar a conocer la etimología de cada una de estas palabras. Ironía, (lat. Ironía), es una palabra que significa figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice. Es una forma fina de burla disimulada. Humor, (lat. Húmor), por su lado significa jovialidad, agudeza, buena disposición para hacer una cosa o decir algo.
La ironía se da cuando una persona se burla sarcásticamente de otra. Utilizando la picardía y el doble sentido, se propende a ofender al interlocutor. Con ironía muchos señalan los defectos de los demás con ánimo de humillar, descalificar, desacreditar. La ironía es cultiva por individuos que practican deliberadamente el arte de hacer sentir mal a los demás.
El buen humor, en contraste, se ríe con los demás. Busca el aspecto gracioso de las buenas y malas circunstancias. Tener buen humor es imprescindible si deseamos hacer más llevaderas las relaciones interpersonales. Sembrar buen humor es una manera de hacer el bien. Actualmente predomina un masivo espíritu irónico. Lo advertimos al mirar televisión donde los periodistas del espectáculo ponen de moda este modo destructivo de ver a los demás señalando los defectos de los famosos, y esto no es todo, porque a su vez, los miembros de la farándula critican y se burlan de los periodistas y de sus programas de chimentos, fomentando un ida y vuelta de retóricas irónicas. Debido a esta alienación mediática quienes deseamos cultivar el buen humor desprovisto de ironía tenemos que lidiar con conversaciones destructivas que corrompen las buenas costumbres.
El humor humor debe ser nuestra herramienta para contrarrestar las circunstancias difíciles. Hay que darse cuenta de que esta ida y vuelta de ironías mediáticas no es buena para las relaciones interpersonales ya que degradan a las personas. Por todo esto, con buena disposición de ánimo, hay que buscar el lado gracioso de los eventos vivenciales, siempre respetando la idiosincrasia de nuestros semejantes. Nuestro buen humor, cargado de respeto y tolerancia, bondad y altruismo, hace que nuestra relación con los otros sea provechosa y de este modo podemos sacar provecho de nuestras elecciones de vida. Una persona de espíritu bondadoso jamás será irónica ni se burlará de nadie porque sabe que esto es acoso moral y es un mal psicológico de nuestra época. Los portadores de buen humor tendrán la valentía de reírse con los demás, incluso se reirán de si mismos. La ironía divide, amarga, separa, aleja, daña, pero el buen humor hace todo lo contrario ya que fomenta el amor y la justicia en las relaciones. El buen humor engrandece.
Mamerto Menapace en su libro El amor es cosa seria, dice: “Donde acaba el sentido del humor, empieza el campo de concentración. No hay que confundir el humor con la ironía. Esta encierra una maldad que tiene su raíz en el desprecio del otro. El humor, en cambio, no se ríe del otro, se ríe con el otro. Y eso es muy distinto. Porque encierra una cuota de ternura, que nace del cariño por la persona con quien se la comparte. El humor tiene una función insustituible en la convivencia diaria. Es un cable a tierra que la tiene la simpática función de desdramatizar las situaciones de conflicto. Sobre todo cuando se sabe usar oportunamente. El humor fuera de lugar puede ser tan inoportuno como chiflar en un velorio para consolar a los deudos. Supone toda una realidad previa en que la certeza del cariño y la aceptación es una cosa que se da por descontada”.

Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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