lunes, 12 de marzo de 2007

Hábitos que configuran lo que somos

“La vida no es más que un tejido de hábitos”
Henry F. Amiel.



Hábito es una costumbre, una destreza que se adquiere con mucha práctica. Si hacemos algo durante un tiempo prolongado, habitualmente, se transforma en un hábito. Y los hábitos son elementos que nos configuran como personas. Nuestros hábitos condicionan nuestras posibilidades de alcanzar la felicidad. A este respecto, Elbert Hubbard expresó: “Cultiva sólo aquellos hábitos que quisieras que dominaran tus vidas”. Lo que hacemos determina nuestro estilo de vida. Metastasio abrigaba una opinión tan firme con respecto al poder de la repetición de los actos y las palabras, que llegó a decir que en la humanidad todo es habito, hasta la misma virtud. Un escritor ruso dijo que los hábitos son un collar de perlas: desatad el nudo, y todas se salen del hilo. Los buenos actos repetidos día a día van elaborando nuestra dicha y nuestra felicidad. Cada acto es como un ladrillo. Si unimos muchos ladrillos construimos una pared. Acto a acto se construye la vida. Quizás los pequeños detalles de la vida, observados aisladamente, no significan nada, pero si los unimos configuran la totalidad de lo que somos. Por algo será que alguien dijo que “el más sabio de los hábitos es el hábito del cuidado en la formación de buenos hábitos”.
Todos los días debemos cultivar el hábito de ver el lado positivo de las cosas de la vida. Porque mirar lo bueno y lo positivo contribuye a nuestra felicidad. Ser amables y cordiales, bondadosos y reflexivos, auténticos y veraces, es algo constituyente de nuestra paz personal. Los hábitos son poderosos. De ahí la importancia de cultivar buenos hábitos. Porque si desarrollamos malos hábitos luego se nos hará difícil lidiar con ellos. Lo que se hace una y otra vez, posteriormente domina nuestro comportamiento. Conforme van pasando los años, una porción de nuestro libre albedrío y de nuestras acciones quedan atrapados por nuestros conscientes e inconcientes actos repetidos. Butler, en su antología inculca la importancia de la cuidadosa disciplina de sí mismo y la firme resistencia a la tentación, como que tienden a hacer habitual la virtud, de modo que a la larga se hace más fácil hacer el bien que desear al pecado. “Así, como los hábitos que pertenecen al cuerpo son producidos por actos externos dice así también son producidos los hábitos del espíritu por la ejecución de pronósticos prácticos internos, esto es, convirtiéndoles en actos, u obrando sobre ellos, los principios de obediencias, veracidad, justicia y caridad”.
Como he dicho, si una persona realiza un acto durante un tiempo, eso se convierte en un hábito de vida. Se trata, de hecho de un comportamiento que se realiza en forma consciente pero, a medida que transcurre el tiempo, esos actos conscientes se convierten en un modo de comportamiento inconsciente. En otras palabras, nuestros hábitos conscientes terminan controlándonos de modo inconsciente. Los hábitos configuran lo que somos y lo que podemos llegar a ser. La Biblia dice: “Educa a un niño en el camino que ha de seguir, y cuando tenga edad no ha de salir de él”. Alguien dijo: “El principio de un acto contiene en si el final; la primera salida en el camino de la vida determina la dirección y el destino de la jornada: sólo el primer acto es el que cuenta. Sólo el primer paso es el que cuenta”.

Julio C. Cháves.

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