lunes, 12 de marzo de 2007

El pobre y el rey de oro.


Un día un pobre hombre que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando un rey sonriente y radiante. El pobre se dijo de inmediato: Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado esta aquí por mí. Me cubrirá de migajas de su riqueza y viviré tranquilo.
En efecto, el rey, como si hubiese venido a ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado. El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte. Entonces, el rey extendió su mano hacia el pobre hombre y dijo: ¿qué tienes para dame?
El pobre, muy desilusionado y sorprendido, no supo que decir: ¿Es un juego lo que el rey me responde? ¿Se burla de mí? ¿Es un nuevo pasar? Entonces al ver la persistente sonrisa del rey. Su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió su mano en la alforja, que contenía unos puñados de arroz. Cogió un grano de arroz y se lo dio al rey, que les dio las gracias y se fue enseguida, llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos.
Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un grano de oro. Se puso a llorar diciendo:
-Por que no le habré dado todo mi arroz….!!! (Anónimo- India).
Uno de los tesoros más preciados del ser humano es su capacidad de dar. Si nadie daría de lo que es y de lo que tiene, el mundo seria una total anarquía egoísta. En el mundo no es el egoísmo y la mezquindad sino el amor y el dar lo que nos hace victoriosos.
La mezquindad hace que las fuerzas maléficas se impongan por sobre las fuerzas benevolentes. La humanidad está sangrando por causa de la apatía hacia el prójimo. Nadie se preocupa por nadie, cada cual se preocupa por lo suyo. La tragedia que eclipsa al corazón humano se llama incomprensión, desamor. Faltan palabras amor, y solamente hay lenguas filosas que lastiman sin piedad. Uno pide ayuda y no obtiene respuestas. Simplemente predomina un gran silencio, un par de miradas que se ignoran, grandes almas egoístas que no quieren dar nada. Muchos son hábiles para criticar a los demás mientras ignoran deliberadamente sus propios defectos. Cuando queremos dar lo mejor de nosotros mismos recibimos ironías. Damos ternura y nos dan desprecio. Estos son tiempos de egoísmo, de pobres que dan mezquinamente algunos granitos de arroz y pretenden cosechar sólidos y pesados lingotes de oro. ¡Aúlla la mezquindad como jauría hambrienta!
Necesitamos aprender a dar, de lo que tenemos y principalmente de lo que somos. ¿Acaso se puede vivir sin amor? ¿Qué sentido tiene la vida si no damos? Dar es la única tarea digna de un ser humano de verdad. Dar constituye un acto de heroísmo, grandeza, racionalidad compasiva. La felicidad reside es las ganas de compartir lo que tenemos. Compartir una mirada, un apretón de manos, un consejo oportuno, un vaso de agua, unos buenos mates, un abrazo, una pertinente respuesta a nuestro pedido de ayuda. Dar es una forma de interesarse por el bien común. Porque sólo a través de métodos coercitivos el ser humano es capaz de renunciar a sus intereses privados y servir al prójimo puesto que el ser humano es naturalmente egoísta. Si damos un poco todos los días, seremos cada día más capaces de dar sin esfuerzo. Porque al dar también se aprende. Dar es la piedra filosofal que todo lo transforma en riqueza.

Julio C. Cháves.

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