viernes, 16 de marzo de 2007

¿Es posible cambiar el mundo?


“Iba un niño con su papá en un tren. El recorrido duraría una hora. El padre se acomoda en el asiento y abre una revista para distraerse. El niño interrumpe preguntándole: ¿Qué es eso, papá? El hombre se vuelve para ver qué es lo que le enseñaba su hijo y contesta: “Es una granja hijo”. Al recomenzar su lectura, otra vez el niño le pregunta: “¿Ya vamos a llegar?, y el hombre contesta que falta mucho. No bien había comenzado nuevamente a leer cuando otra vez pregunta y lo interrumpe; y así siguieron las preguntas, hasta que el padre, desesperado y tratando de ver como distraer al chico se da cuenta de que en la revista aparece una foto de un mapa del mundo; entonces lo corta en pedacitos y se lo da al niño diciéndole que es un rompecabezas y lo arme. Feliz, se arrellana en su asiento, seguro de que el niño estaría entretenido todo el trayecto. No bien ha comenzado a leer su revista de nuevo cuando el niño exclama: Ya termine. ¡Imposible! ¿Cómo tan pronto? ¿No lo puedo creer? Pero ahí está el mapa del mundo armado, perfecto, entonces pregunta: ¿Cómo pudiste armar el mundo tan rápido? El hijo le contesta: Yo no me fije en el mundo, pues atrás de la hoja está la figura de un hombre; compuse al hombre y el mundo quedó arreglado”.
Actualmente vivimos en un mundo moderno. Podemos hablar por teléfono, mirar televisión, andar en auto, viajar en avión. Hoy disponemos de un montón de cosas que antaño la mente humana no concebía. El mundo podría ser perfecto, pero ciertamente no lo es, pues el pecado nos hizo conocer el egoísmo, la ambición, la mentira y el odio. Desde que Caín asesinó a su hermano Abel, las relaciones humanas han ido tornándose crueles y endebles. Desde entonces han crecido los divorcios, las relaciones incestuosas, el adulterio, los chismes, los celos, las envidias y los antagonismos.
Todos luchan contra el mal de mil modos humanos. Todos construyen torres de babel queriendo cambiar al mundo, pero lo único que logran es confusión, y lenguas que no concuerdan con otras lenguas. La raíz de los males de la civilización humana es el pecado. Henry David Thoreau dijo: “Por cada mil que machetean contra la rama del mal, sólo hay uno que va buscando la raíz”. El pecado es la raíz que ha desfigurado el rostro de la humanidad. El pecado es un mal que todos tenemos. También yo tengo los míos.
La sociedad del siglo XXI es una sociedad que vehicula la diversión permisiva, la violencia, la droga, el sexo, el humor maleducado e irrespetuoso. Debido a esto, la maldad es explicita. Mientras los niños no tienen que comer, algunos individuos gastan fortunas en cosméticos y joda nocturna. El mundo está gobernado por truchos. Mientras los lideres mundiales gastan millones y millones en armas y bombas atómicas, en África los niños mueren de inanición. Para la joda hay plata, pero para los ancianos y los niños marginados no hay ni un centavo. ¿Hay justicia en este mundo? ¿O el amor está muerto? ¿O estamos viviendo una guerrilla urbana? ¿Es esto una guerra de pobres contra pobres? Somos ignorantes y nos creemos inteligentes. Fidel Castro dijo: “No hay peor enemigo del hombre, peor enemigo de los pueblos, peor enemigo de la humanidad que la ignorancia. Y de todas las herencias que el colonialismo, el imperialismo y el capitalismo nos dejaron, la peor de todas fue la ignorancia”. Oscar Wilde agrega: “El descontento es el primer paso en el progreso de un individuo o de una nación”.
La única manera en que el hombre puede cambiar al mundo es cambiándose primeramente a si mismo. Ahora, ¿Cuándo, donde y cómo? La respuesta la tiene Jesús: “Amaras al señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. (Mateo 22:37-40).

Julio C. Cháves.

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