jueves, 8 de marzo de 2007

El rostro de la venganza.


La venganza es tan antigua como la humanidad. Desde que fue creado el primer ser humano existe la venganza. En la literatura, el cine, el arte y en la historia del hombre, abundan las situaciones de venganza. “En la venganza el más débil es siempre más feroz”.
Hanlet, el personaje literario de Shakespeare, corroído por sus ansias de revancha hacia el asesino de su padre, encarna la máxima figura del vengador. Homero convirtió la venganza en uno de los temas recurrentes de su poesía y en el argumento central de su obra La ilíada. Gracias a esta obra disponemos del perfil psicológico ideal del comportamiento que caracteriza al vengador. Aquiles toma revancha y causa la muerte del héroe troyano Héctor. En una situación muy peligrosa para los sitiadores griegos de Troya, Patroclo, amigo y amante de Aquiles, lo convence para que le preste su armadura y su carro. Ataviado de este modo, Patroclo hace retroceder a los troyanos hasta que se encuentra con Héctor, que al confundirlo con Aquiles le quita la vida. Entonces, Aquiles, lleno de cólera juró sacrificar a doce hijos de ilustres troyanos para vengarlo. Enfurecido, Salió al campo de batalla, se encontró con Héctor y le quitó la vida, arrastrándolo posteriormente delante de los muros de Troya hasta que el cuerpo quedó totalmente deshecho. Lo que pasa es que de las garras de la venganza no escapan ni hombres ni dioses. Por algo dijo Walter Scout que “La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno”.
La venganza es el tema central de las entregas de las películas Kill Bill donde el espectador hace catarsis al ver espeluznantes imágenes sangrientas. Némesis, la diosa griega de la venganza castigaba la desmesura. Los habitantes del siglo XVIII, llamados Samuráis del Japón tenían en sublime estima el valor y el honor, y si era mancillado alguno, eran capaces de llevar a cabo sangrientas batallas con tal de recuperar la virtud llamada honor y valor. Estas cruentas batallas llamadas Katakiuchi alcanzaban hasta los amigos del agresor. Las figuras bíblicas también giran en torno a la venganza. Judith y Salomé representan los dos rostros de una misma moneda. En tanto la primera se ofreció al general Holofernes para salvar a su pueblo, Salomé es el instrumento de una venganza. En ambos casos se cobraron la cabeza de su criminal. Es que la venganza puede adquirir formas impensadas y puede socavar la inteligencia de las almas más precavidas. La venganza es una emoción desproporcionada, destructiva, corrosiva, es un comportamiento animalésco, bestial, infrahumano, frió, irracional. La pasión de la venganza hace acto de presencia en todo tipo de sociedades, culturas, razas. Transformados en irascibles crónicos, los hombres buscan el mal de sus enemigos, asumiendo una actitud criminal, diabólica, y sus consecuencias pueden ser sangrientas y nefastas. La venganza es un mecanismo de destrucción y maldad, es una fuerza ciega que arrastra hacia la destrucción y el peor de los infiernos. “Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas”, dijo
Sir Francis Bacon.


Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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