viernes, 16 de marzo de 2007

El poder del perdón.

¿Qué es perdonar? ¿Por qué cuesta tanto pedir perdón? ¿Quiere decir olvidar? No, perdonar no es olvidar. Perdonar es recordar sin dolor. Querer perdonar presupone desear crecer. Valiente es quien perdona. Así como a uno le agrada querer escuchar-¿Me perdonas?-luego de haber sido defraudado, también debe pedir perdón cuando sea necesario. El perdón es el único camino para poder recomponer la relación con esa persona a la que seguimos ligados emocionalmente, a pesar del daño que nos causó. Perdonar significa que yo quiero continuar el vínculo afectivo con la otra persona. El perdón es el instrumento mediante el cual curamos el alma y nos liberamos del enojo. Todos necesitamos perdonar y ser perdonados. Cuesta hacerlo, pero hacerlo implica crecer, amar, aceptar a los demás. El perdón nos ayuda a superar nuestras heridas. Se necesita valor para perdonar y seguir amando. Perdonar es catártico y el funcionamiento de nuestro corazón depende de pedir perdón.
El perdón es indispensable para quedar libre del daño recibido. Cuando perdonamos nos fortalecemos. Somos mejores. Perdonar es un acto de valentía y, al mismo tiempo, de mayor humildad, porque demostramos lo frágil y lo poco omnipotentes que podemos ser. Perdonar es crecer. Perdonar es amar. El odio ciertamente separa, divide, destruye, pero el amor une, acepta, perdona. Saber perdonar es saber vivir. La clave para perdonar es renunciar al propio narcisismo para aceptar al otro, amándolo y conviviendo en un mutuo marco de tolerancia y respeto. El perdón libera. Perdonar es humano…
La Biblia en Marcos 11:25 dice: “…si tenéis algo contra alguno, perdonad…”. Perdonar es de valientes. Todos lastimamos y somos lastimados. Pero el que sabe perdonar es quien verdaderamente sabe lo que es el amor. Cuando cometes un error, no hay que pasar mucho tiempo sin enmendarlo, ya que el tiempo lo único que hace es justificar, cicatrizar mal y colocar un manto de olvido sobre los errores. Cuando uno odia se está estupidizando y maltratando. En cambio, cuando perdonamos es porque hemos salido más sabios, adultos y enteros de alguna situación dañina. Guardarle resentimiento a alguien es permitir que el óxido de la indiferencia y el desamor eclipsen nuestro corazón y nuestra mente. Perdonar nos hace más inteligentes, más humanos, más sensibles a la vida. Quedarse aferrados al resentimiento y a la bronca termina siendo una carga mucho más pesada que el incidente que provocó esos sentimientos negativos. Por tanto, perdonar nos libera de complicaciones estúpidas. Perdonar es crecer, amar, ser mejor. Perdonar es la piedra filosofal que todo lo convierte en amor hacia nuestros semejantes. Mateo 18:21-22 dice: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete”.

Julio C. Cháves.

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