“Sea que pienses que puedes o que no puedes, estarás en
lo cierto”, afirmó Henry Ford.
¿Quién no se siente inferior o de poco valor en uno u otro orden de la vida? Los sentimientos de inferioridad son un complejísimo problema, no solo en el individuo particular, sino en los grupos y en las colectividades. Entonces, es arto evidente, que poseer una buena autoestima, es un aliciente imprescindible si de veraz pretendemos vivir una vida fructífera, entusiasta, y con una buena relación intrapersonal, lo cual también fomenta positivas relaciones interpersonales.
Así pues, ¿Cómo es el funcionamiento de la autoestima? La autoestima es la capacidad que potencia todas nuestras otras habilidades. Consiste en ser consciente de uno mismo, ser capaz de aceptarse, comprenderse y respetarse. La misma implica saber quién eres, el entender porqué piensas, sientes y vives en la forma en que lo haces. Amarse a uno mismo, no de un modo egoísta, sino de un modo altruista y compasivo, es autoestimarse. Si uno no tiene una buena relación con uno mismo, ¿cómo puede pretender tener buena relación con los demás? El amor hacia uno mismo permite que uno albergue un sentido de auto identidad, actitudes optimistas y sentimientos de valía. La autoestima es una actitud intrapersonal, la cual también implica habilidades como la autoconciencia emocional, la asertividad, la autorrealización e independencia.
Alguien dijo: “Tendemos a ser lo que pensamos y creemos que somos”. Y tenemos la propensión a actuar según lo que esperamos de nosotros mismos. Lo que pensamos de nosotros mismos configura lo que somos. A uno lo tratan como uno enseña que lo traten. La persona que dispone de una buena autoestima confía en sus propias capacidades, conoce sus limitaciones y sabe cómo nivelarlas. Además, es capaz de mantener sus puntos de vista incluso cuando éstos sean impopulares. Cuando tenemos una buena autoestima no necesitamos depender de lo que piensan los demás para amarnos. La autoestima nos permite sentirnos aprobados por Dios, que es lo más importante. Si nos amamos jamás tendremos miedo a mostrar nuestras carencias, además, seremos personas decididas que autoconfiaremos en nosotros mismos. La capacidad de autoconfianza es lo que hace diferencia incluso entre individuos de inteligencia general equivalente. Nuestras propias expectativas suelen ser predictoras de lo que obtengamos de la vida.
Sin duda, el amor hacia uno mismo, sin egoísmo claro, nos permite vivir una vida más positiva, con autoconfianza, autorespeto, y autoaceptación. Siempre debemos tener en cuenta el precepto cristiano que dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El mensaje es claro: el amor comienza por casa. Si nos amamos lo suficiente seguramente amaremos a los demás. El amor altruista hacia uno mismo permite un buen desempeño a lo largo de la vida y además, nos hace explotar nuestra capacidad de amar al máximo. Si nos amamos sin egoísmo ni arrogancia ni soberbia, seguramente los demás serán receptores activos de nuestro amor…
Julio C. Cháves.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario