sábado, 17 de marzo de 2007

El optimismo de dar a los pobres.

Cierta vez me dijeron que los pobres siempre van a estar entre nosotros. Y es verdad, de eso no tengo dudas. Ahora, yo me pregunto si los ricos que dan, ¿siempre estarán con nosotros? Espero que sí. Es mi deseo que siempre exista esa gente que comparte algo de lo que tiene con el más necesitado. Dar es una gran virtud. El que da, por voluntad propia, se construye a si mismo, calcifica su alma, fortalece su espíritu con el pan del amor. Por doquier hay gente que necesita corazones generosos. Si miramos bien podremos ver a madres que tienen sobre sus rodillas a niños pálidos y extenuados, y que piden limosna. Muchos miran a esas personas y no les dan nada, quizás llevando plata en sus bolsillos. Yo muchas veces he sido como estas personas. Pero actualmente, aunque soy pobre, procuro compartir lo poco que tengo. Esto lo estoy aprendiendo de un amigo.
Los pobres somos todos. Todos necesitamos de todos. Determinados individuos creen que pueden prescindir de los demás. Pero esos individuos son los que más necesidades tienen. Ruego a Dios que sensibilice mi corazón para que jamás me acostumbre a pasar con indiferencia delante de la miseria que tiende la mano y mucho menos delante de un niño que pide algo para comer. Hace unos cuantos años fui a La Banda de Santiago del Estero. Fui a trabajar de acompañante con un camionero. Antes de llegar a La Banda paramos en un pueblito precedente a revisar las gomas del camión. Mientras lo hacíamos vino a pedirnos algo de comer un chiquito de unos siete años aproximadamente. Era el mes de diciembre. No teníamos mucho, pero gracia a Dios pudimos regalarle un pan dulce. Al recibirlo, el chiquito se puso muy contento. Nosotros también nos llenamos de gozo. ¡Dar es una virtud que empapa de amor el corazón!
Pensemos en todos los niños que yacen sin techo, sin comida, sin amor. Pensemos en el escándalo de chicos desnutridos. Pensemos en los padres que no tienen trabajo y que se sienten mal por no poder satisfacer las necesidades básicas de su familia. La desnutrición infantil es un escándalo y vergüenza de una sociedad que parece estar suicidándose como nación. La culpa del hambre no la tiene Dios, pues la tenemos nosotros. La culpa de todo la tienen los mandamases de turno que lo único que hacen es mover las fichas para el beneficio propio. Imaginemos a una madre sollozando que dice a uno de sus hijos: “Hijitos, hoy no tengo para darles un pedazo de pan…”. Dar es un acto de caridad, es un acto de amor altruista. Dar es mejor que recibir. Dar es ayudar a que otros nos ayuden a que juntos podamos ser felices.
Pues bien, sigo pensando. Pienso que a mi no me falta el alimento, mientras que hay personas que adolecen de pan. Ambiciono ser feliz, mientras los humildes se contentan con simplemente vivir. Pienso que es un horror y una vergüenza que, en medio de tantos caserones, en las calles por donde pasan autos sofisticados y niños vestidos de lujo, haya mujeres y niños que no tienen qué comer. ¡No tener qué comer, Dios mío! ¡Personas como vos, como yo; gente con corazón como uno, que en medio de una gran ciudad no tienen qué comer, como fieras perdidas en un desierto tecnológico! ¡Oh gente solidaria que aún cree en el amor y en el patriotismo, recordemos que dar es una virtud que todos necesitamos cultivar! Constancio C. Vigil dijo: “Al pobre le faltan muchas cosas, pero al avaro le faltan todas”. Y Joubert también nos cuenta: “Nunca hay que dolerse del tiempo que ha sido preciso gastar para hacer el bien…”. ¡Dar es recibir!

Julio C. Cháves

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