domingo, 18 de marzo de 2007

El fenómeno de la bondad.

Vivimos en un mundo plagado de violencia. Este es el mundo del revés. A todos les agrada mostrarse duros y agresivos. Parece que la bondad ha sido olvidada. Lo que hace la gente está vinculado constantemente con la agresividad. Hay violencia en el deporte, en la escuela, en todo lugar. Esta actual agresividad está determinada y estimulada tanto por las restricciones económicas, que generan profundos resentimientos, como por el pernicioso auspicio de ciertos programas de televisión, ciertas películas y algunas publicaciones que hacen explícita y activa apología no solo de la violencia, sino también de otras aberraciones que tienen una acción verdaderamente venenosa para el corazón de la humanidad, de la sociedad, y de los miembros individuales.
Ahora, ¿Qué podemos esperar de todo este tétrico muestrario de miradas despectivas, sangre, perversiones y locuras mediáticas, que cotidianamente nos ofrece como suculento menú y en nuestra propia casa, la pantalla de luz, el televisor? Nada de lo que nos ofrecen los mensajes relacionados con la violencia, nos pueden ayudar a conocer el íntimo placer de hacer el bien, ni tampoco nos pueden ayudar a potenciar nuestro sentido de bondad. El morbo genera morbo. La violencia engendra violencia. Para luchar contra la violencia no debemos hacer apología de la violencia. Simplemente debemos volver a las prácticas de las virtudes, como por ejemplo: La bondad.
La posibilidad de practicar la bondad debe hacernos sentir superiores, pues el que protagoniza un acto bondadoso el feliz por el agradecimiento que suele expresar el destinatario y por las sensaciones positivas que llegan desde lo profundo del alma al que imparte esta virtud. La bondad es una característica de las personas superiores. El saber que hemos procedido con auténtico bien fortalece nuestra vida y nos ayuda a ser mejores personas. Queda claro, la auténtica bondad no pide nada a cambio, simplemente disfruta de la sensación de hacer el bien a los semejantes. Raimundo Lulio dijo: “El que ama vive y el que vive para la vida, no puede morir”.
Adolecer de bondad nos conduce a cultivar un escuálido espíritu. Y si no nos preocupamos por cuidar la vida del espíritu, las virtudes, estaremos limitando nuestro potencial de hacer el bien y esto nos conducirá, a su vez, a habitar en las áridas tierras del materialismo, en las que todo se reduce a dormir, comer, defecar y gozar efímeramente la vida. Es obvio que debemos tomar conciencia de que la bondad es una virtud muy constructiva, la cual nos permite valorar a los semejantes, valorarnos a nosotros, y valorar la capacidad que Dios nos dio de amar. Pensemos en lo que dijo León Tolstoy: “Todos quieren cambiar el mundo, pero nadie piensa en combatirse a sí mismo”.
La única manera de luchar contra la violencia es fomentando la bondad, pues esta virtud nos ayuda a afrontar la vida con éxito. Únicamente los seres bondadosos son capaces de lidiar contra las amarguras, las decepciones, las heridas, las ausencias, penas y dolores, impulsados por esta virtud llamada bondad, que es una consecuencia directa del amor hacia uno mismo. No practicar la bondad es ser cómplice de los que hacen apología de la violencia.

Julio C. Cháves.

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