sábado, 31 de marzo de 2007

Cuando irrumpe el infortunio.


Mi hermanito Benjamín es un bello niño de siete años de edad, con ojitos verdes saltarines y cabello rubio llovido.
-Julio, ¿Me querés?,-chilla con entusiasmo, mientras en su pequeñito rostro blanquecino aparece una enorme sonrisa.
-Claro que te quiero-, le digo una y otra vez, pero de todos modos siempre vuelve a preguntar.
El otro día fue el cumpleaños de mi sobrinito Franco y toda la familia concurrió con sus regalos al pelotero. Como en el pelotero los chicos se divierten mucho más que en casa, tanto mi vieja como mis hermanos, festejan el cumpleaños de sus hijos allí, ya que hay juegos, paredes de diversos colores y pelotas de plástico por doquier. Entonces, estando en el pelotero con mi familia, pude ver como los chiquitos se deslizaban por el tobogán y otros saltaban en la cama elástica. Todos los niños se divertían y mi hermanito también, pero de modo diferente. ¿Por qué? Te cuento. Al nacer los médicos se dieron cuenta de que mi hermanito sufre de una enfermedad llamada mielomeningoceles, que es una malformación en la médula espinal, lo cual, entre otros síntomas, leve parálisis de las extremidades inferiores y problemas en el aparato genitourinario. En palabras más llanas, a mi hermanito le cuesta caminar. Cuando apenas nació a mi familia le costó aceptar que mi hermanito tiene una enfermedad crónica que necesita tratamiento multidisciplinario de por vida. Pero luego lo aceptamos y convivimos con esa realidad en nuestras vidas. Sabemos que es Dios quien trajo al mundo a mi hermanito y lo disfrutamos, porque pese a su enfermedad, mi hermanito disfruta de la vida como un chico normal. Debajo del infortunio se encuentra muchas alegrías. Todas las cosas ayudan para bien a los que creen en Dios. Creo que el problema que aqueja a las personas no son las malformidades del cuerpo sino del alma. El pecado es lo que aleja a las personas de su creador. Podemos tener problemas físicos y sin embargo, ser felices. Hay cosas que no podemos cambiar, pero lo que si podemos hacer es cambiar nuestra interpretación de ellas. Si confiamos en Dios todas las cosas nos ayudan a bien, incluso aquellas que nos queremos aceptar ni nos agradan. Un escritor brasileño escribió: “Hay momentos en los que el infortunio irrumpe en nuestra vida y no podemos evitarlo. Pero está ahí por alguna razón. Ante lo inevitable, algunos se quedan descorazonados, otros, sin embargo, se hacen más fuertes y los más sabios aprender”. Debemos aprender del sufrimiento. “Quizás el sufrimiento y el amor tienen una capacidad de redención que los hombres han olvidado o, al menos, descuidado”, reflexionó Martín Luther King.
Julio César Cháves
escritor78@yahoo.com.ar

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