La avaricia conduce al egoísmo, la mezquindad. Por esto al perro que tiene dinero se le dice señor perro. El afán desmedido de riqueza puede hacer que las personas se vuelvan interesadas y calculadoras. Lo único que le interesa al mezquino es acumular para si y no darle nada a nadie. Muchos acumulan y guardan tanto que viven una vida miserable y mueren como ricos. No disfrutan lo que tiene y no comparten ni con sus seres queridos. No esta mal ahorrar. De hecho, debemos guardar cuando están las bacas gordas para los días de bacas flacas. Si el dinero esta a nuestro servicio va todo bien pero si la vida esta el servicio del dinero vamos por mal camino.
Es cierto que hay que forjarse un futuro, proyectar una vida y cuidar lo que uno tiene, pero eso siempre y cuando lo que tenemos este a nuestro servicio. “Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero”, dijo Voltaire. En realidad hay cosas que el dinero no puede hacer. Podemos comprar cosas pero no la capacidad de disfrutarlas. No digo que tener este mal. Es más, esta bien tener. Dios desea lo mejor para los seres humanos, siempre y cuando las personas se ganen lo que tienen honesta y honradamente. Así pues, muchos acumulan por inseguridad, envidia, comparación, estatus social. Etc. Y lamentablemente muchas personas equiparan la felicidad con el ahorro sórdido y la conquista de bienes materiales. En el fondo El que busca exhibirse mediante sus posesiones es porque no sabe quien es como persona y necesita ser aceptado y reconocido porque tiene una autoestima baja. Lo más importante es ser, después viene el tener. En su ensayo Las leyes espirituales del éxito, el Dr. Bernardo Stamateas dice que las cosas no atraen la felicidad sino que la felicidad atrae las cosas. “El dinero es buen esclavo pero mal amo”, afirmó el Dr. Billy Graham.
Finalmente en su ensayo Vivir y pensar, el Dr. Jaime Barylko narra el siguiente relato: “Un maestro piadoso llamó una vez a uno de sus alumnos y lo trajo a su casa, lo paró frente a la ventana y le dijo:
-¿Dime, José, que es lo que ves?
-Maestro, veo la calle, la gente que pasea por la calle, los carros, los caballos, las ancianas que se arrastran.
-Bravo José, ves muy bien-, le dijo el maestro.
Luego le trajo un espejo y le dijo: -Ahora mira aquí, ¿qué ves?
-Veo mi propio rostro maestro.
-¿Sabes que diferencia hay entre este vidrio y el vidrio de la ventana?
-El de la ventana es transparente.
-¿Y este?
-Este no.
-¿Sabes por qué?
-No, maestro.
-Te diré, José. El espejo es un vidrio como cualquier otro, pero detrás esta cubierto por una superficie química de plata y eso impide ver el resto del mundo, la gente de la calle. La plata, las riquezas, hacen que uno este siempre mirando un espejo, viéndose a si mismo”.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
Es cierto que hay que forjarse un futuro, proyectar una vida y cuidar lo que uno tiene, pero eso siempre y cuando lo que tenemos este a nuestro servicio. “Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero”, dijo Voltaire. En realidad hay cosas que el dinero no puede hacer. Podemos comprar cosas pero no la capacidad de disfrutarlas. No digo que tener este mal. Es más, esta bien tener. Dios desea lo mejor para los seres humanos, siempre y cuando las personas se ganen lo que tienen honesta y honradamente. Así pues, muchos acumulan por inseguridad, envidia, comparación, estatus social. Etc. Y lamentablemente muchas personas equiparan la felicidad con el ahorro sórdido y la conquista de bienes materiales. En el fondo El que busca exhibirse mediante sus posesiones es porque no sabe quien es como persona y necesita ser aceptado y reconocido porque tiene una autoestima baja. Lo más importante es ser, después viene el tener. En su ensayo Las leyes espirituales del éxito, el Dr. Bernardo Stamateas dice que las cosas no atraen la felicidad sino que la felicidad atrae las cosas. “El dinero es buen esclavo pero mal amo”, afirmó el Dr. Billy Graham.
Finalmente en su ensayo Vivir y pensar, el Dr. Jaime Barylko narra el siguiente relato: “Un maestro piadoso llamó una vez a uno de sus alumnos y lo trajo a su casa, lo paró frente a la ventana y le dijo:
-¿Dime, José, que es lo que ves?
-Maestro, veo la calle, la gente que pasea por la calle, los carros, los caballos, las ancianas que se arrastran.
-Bravo José, ves muy bien-, le dijo el maestro.
Luego le trajo un espejo y le dijo: -Ahora mira aquí, ¿qué ves?
-Veo mi propio rostro maestro.
-¿Sabes que diferencia hay entre este vidrio y el vidrio de la ventana?
-El de la ventana es transparente.
-¿Y este?
-Este no.
-¿Sabes por qué?
-No, maestro.
-Te diré, José. El espejo es un vidrio como cualquier otro, pero detrás esta cubierto por una superficie química de plata y eso impide ver el resto del mundo, la gente de la calle. La plata, las riquezas, hacen que uno este siempre mirando un espejo, viéndose a si mismo”.
Julio César Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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