Mis ojos parpadean detrás de mis anteojos. Mi cerebro piensa. Mi corazón late al ritmo de la vida. Aquí estoy, vivo, golpeando las teclas de mi máquina de escribir. Y estas son mis agudas observaciones de la vida: Independientemente de la forma de vivir de cada uno, nuestro destino es morir. Algunos viven más y algunos viven menos. Pero el destino es igual: Nacer, crecer, envejecer y finalmente, morir. Mientras estamos vivos llenamos el estómago y cuando partimos, los gusanos se llenan el estómago. “La muerte está tan segura de vencernos que nos da toda una vida de ventaja antes de alcanzarnos”, me dijo mi amigo Silvio Rucci cierta vez. Sabemos que vamos a morir. Eclesiastés 3:19-20 dice: “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo”.
Muchas personas han muerto y han sido olvidadas. Eso nos pasará a todos por igual. Así pues, cabe preguntarnos: ¿Cómo debemos vivir mientras la muerte nos da ventaja? ¿Cómo deben ser nuestros actos? ¿Hay que elegir el bien o el mal? Es evidente que todos nuestros actos son importantes. Nuestras decisiones abarcan consecuencias exponenciales. Lo que sembremos consecuentemente lo cosecharemos. Si deseamos vivir una vida placentera debemos cuidar nuestro tiempo, debemos elegir correctamente a nuestros amigos, debemos amar a nuestros seres queridos, debemos atar todo cabo suelto, pues constituir una vida inteligente y racional implica cuidar cada detalle, cada cosa pequeña. Alguien dijo: “Las puertas grandes giran sobre bisagras pequeñas”. ¡Las cosas pequeñas deben ser respetadas y valoradas!
Velar con diligencia en aras del amor es imprescindible si pretendemos configurar una vida inteligente. Así correremos, pues, con fervor y voluntad, a la felicidad y la sabiduría. Si permanecemos fieles y diligentes en cuanto al amor, el trabajo, la cultura y la espiritualidad, lograremos disfrutar de las cosas sencillas de la vida. Siempre hay que tener en consideración la buena utilización del tiempo, ya que el tiempo perdido jamás lo volvemos a recuperar. Nunca alcanzaremos construir una vida con virtudes y valores, sin voluntad, disciplina e inteligencia. La vida es efímera. Todo es importante. Cada detalle cuenta, ya que si no evitamos las pasiones frívolas y los vicios contraproducentes, caeremos en defectos y errores pequeños, lo cual, consecuentemente, nos conducirá a cometer errores y defectos grandes. Gozaremos siempre a la noche, si gastamos bien las horas. ¡Jamás debemos descuidarnos! Jhon Bunyan dijo: “Desconfía de los pecados pequeños”.
La futilidad de la vida es inherente al hombre. Las vanidades de este mundo son triviales. Lo realmente importante es lo que somos. No somos máquinas ni robots. Somos humanos de carne y hueso. Necesitamos, amar, reír, disfrutar de la sabia utilización del tiempo. Mirar con amabilidad y amor a la gente debe ser nuestra meta. Las pequeñas cortesías ayudan a vivir. Las cosas andarán mejor si cuidamos la vida, si dedicamos el tiempo suficiente para cuidarnos, cuidar a nuestros seres queridos, cuidar cada momento para expresar de mil modos diferentes el amor. Si hacemos todo esto, pasaremos toda nuestra vida en limpio y seres mejores y mas sabios seres humanos. Cassius Clay dijo: “Todas las cosas son posibles para el que se atreve”.
Julio C. Cháves.
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