sábado, 17 de marzo de 2007

Actos y consecuencias.

“Somos lo que hacemos de nuestras vidas”. Anónimo


Lo que hacemos o decimos implica consecuencias. Todos llevamos, desde que nacemos, una mochila de consecuencias. Nuestro comportamiento va configurando nuestra vida y también ejerce influencia sobre las personas que nos rodean. Si una persona evoluciona o involuciona, todo lo que le rodea también cambia. Los buenos actos y las palabras constructivas viven en el alma de los demás. Aun cuando no veamos esta influencia, está. Lo mismo pasa con los malos actos y las palabras destructivas. Viven en nuestro entorno. Nuestra vida muere, puede llegar a su fin, pero nuestros actos son inmortales. No estamos solos. Estamos con otros seres humanos. Somos gente. Somos parte del sistema de mutuas dependencias, de múltiples relaciones interpersonales. Nuestros actos, entonces, ejercen directa influencia sobre los demás. Nuestros actos disminuyen o aumentan el bien común. Ningún acto del ser humano muere completamente. Las acciones siguen en pie, dando frutos multicolores, multitemáticos.
Saber que nuestros actos implican un cortejo de consecuencias, no ayuda a darnos cuenta de nuestra responsabilidad y del peligro que incluye utilizar destructivamente nuestro libre albedrío. Según dijo un filósofo el aire es el historiador de los sentimientos que hemos expresado, la tierra, el aire, y el océano, son de igual modo los etéreos testigos de los actos que hemos cometido, conviniéndoles el mismo principio de la igualad de acción y reacción. Dios ha establecido leyes que siguen nuestro comportamiento. Todo lo que hacemos o decimos, según las leyes divinas, implica predeterminadas consecuencias de nuestros actos. Las cosas que hacemos modifican nuestro presente y cambian nuestro futuro. De igual modo, también dejamos una marca en el cuerpo de la sociedad. Quizás no podemos ver tangiblemente la influencia de nuestras acciones en nuestros seres queridos, pero es seguro que están y a la corta o a la larga, harán acto de presencia en la realidad. Esto le da un verdadero significado al poder del ejemplo. Nuestros actos dan una enseñanza silenciosa. Todo depende del uso de nuestras elecciones de vida. Todo depende del uso que hagamos de las circunstancias y de las oportunidades que se nos presenten para el bien. Una vida configurada con buenos actos y palabras de bien, puede hacernos personas virtuosas y exitosas.
A través de buenos actos se alcanza la felicidad y la bondad.
Un hombre que tiene en cuenta las consecuencias de sus actos, pensará antes de hablar y haga lo que haga, pensará antes de hacerlo. Muchas personas hacen cosas sin pensar y por ello sufren. Sufren porque sus acciones son malas y sus palabras son vacías. En cambio, las personas que cultivan las buenas obras salen adelante. Es verdad que uno no puede ser perfecto. Pero de todos modos puede amar. Uno puede cultivar las buenas obras. Hay una sola puerta hacia la felicidad y es la práctica concienzuda del bien y la bondad. Porque lo que el hombre siembra cosecha.

Julio. C. Cháves.

__________________________________________________

No hay comentarios.: