Hace poco leí en un libro que cuando el Arzobispo de Toledo visitó al embajador francés en Madrid, los caballeros agregados al séquito de éste último le expresaron su profunda admiración por las obras del autor de Don Quijote, y su deseo de relacionarse con alguien que les había causado tanto placer. La respuesta que recibieron fue la de que Cervantes había luchado con las armas al servicio de su país y que ahora estaba viejo y pobre.-¡Cómo! –exclamó uno de los franceses. -¿No está el señor Cervantes en buena posición? ¿Por qué, entonces, no se le mantiene con una pensión del erario público?-¡El cielo no permita –fue la respuesta- que sus necesidades sean apaciguadas, porque son ellas las que le hacen escribir! ¡Ha sido su pobreza la que ha hecho rica a la humanidad! ¡Debido a que vivió en apuros económicos se entrego a la creación literaria! ¡El obstáculo de la pobreza fue su gran incentivo!
lunes, 16 de agosto de 2010
Fue pobre, pero su obra literaria es inmortal
Los que saben dicen que los obstáculos son grandes incentivos. La vida de Cervantes, el Manco de Lepanto, ratifica esta afirmación. Cuentan los historiadores que los españoles se alegraron mucho por la pobreza del famoso escritor ya que suponían que sin la pobreza jamás hubiera llegado a escribir sus obras maestras.
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