
Cuando sabemos realmente lo que queremos disponemos de lo primero y necesario para poder llegar a buen puerto y ver hechos realidad nuestros objetivos. No importa si son grandes o pequeñas nuestras aspiraciones, lo importante es saber lo que queremos hacer de nuestras vidas. Benjamín Franklin afirmó: “Me lo dices y lo olvido, me lo enseñas y lo recuerdo, me haces intervenir y aprendo”.
Indudablemente la sencilla voluntad de querer hacer algo, en complemento con la conducta aplicada en la utilización de nuestras capacidades, permite que salgamos adelante. La definición de los objetivos, una mente clara, un proyecto de vida, es imprescindible si queremos ser arquitectos de nuestras vidas. Tener conciencia de lo que se quiere es fundamental a la hora de avanzar hacia nuestros sueños. “La genialidad, dijo Clemente Nòbrega, consiste en saber identificar lo realmente importante”.
La persecución de claros, coherentes y definidos objetivos es la piedra filosofal que todo lo convierte en superación. Si aplicamos la inteligencia, la voluntad, la creatividad, la perseverancia y el buen ánimo a nuestras tareas diarias realizaremos todo sin esfuerzo, y todo lo haremos con entusiasmo. Uno debe poner empeño. Uno debe luchar con todo el vigor del espíritu. Si una persona sabe lo que quiere puede llegar a cualquier lado. Si un individuo tiene en claro sus ideales y objetivos, es usual que encuentre los medios adecuados y convenientes para atar todos los cabos sueltos y poder construir su vida sobre la roca de la seguridad interior. Cuando alguien sabe hacia donde va, los que no sabe a donde van, se suben a la vereda y lo dejan pasar. William George Ward dice finalmente: “El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista justa las velas”.
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