“…la lengua es un miembro pequeño, pero… ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!”. Santiago 3:5.
Alguien dijo que el principal vehículo tanto de las bendiciones como de las maldiciones son las palabras. Si confesamos bendición seguramente seremos bendecidos por el Señor, pero si confesamos fracaso y derrota, entonces vamos a fracasar y viviremos una vida miserable. Lo que confesamos con nuestros labios determina nuestro destino. La palabra de Dios dice que la vida y la muerte se encuentran en el poder de la lengua. Somos lo que confesamos. Dios nos ha prometido bendición, salud y abundancia y somos nosotros quienes tenemos que creerlas y confesarlas para que el pueda bendecirnos. Así que si queremos que el Señor mueva su mano a nuestro favor, tenemos que confesar sus promesas, creerlas y llamar lo que no es como si fuese.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
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