Manejan drogados, borrachos o distraídos. Hacen caso omiso a las señales de tránsito. Se exceden de velocidad. En fin, son adolescentes al volante. En varios países de América Latina y Estados Unidos, hay datos que arrojan como promedio que de las personas que fallecieron como resultado de accidentes automovilísticos, el 34% eran jóvenes tenían entre 18 y 24 años de edad.
En la Unión Americana los accidentes automovilísticos son la principal causa de muerte de los jóvenes y las cifras demuestran más hechos lamentables: de los lesionados graves a causa de este tipo de accidentes, el 43.3% eran adolescentes. Las causas de los accidentes no se deben a factores mecánicos sino que según las estadísticas el 90 % de los accidentes se deben al errores humanos. El consumo de alcohol, drogas ilegales y sobre todo la imprudencia, contribuyen a que un auto en manos de un adolescente, en vez de ser un vehículo que transporta gente, sea un arma mortal. Ante este panorama de permisividad e imprudencia, creo necesario que los padres y las instituciones educativas tienen que hacer algo al respecto ya que las próximas víctimas pueden ser ellos mismos. Manejar implica una enorme responsabilidad. No solamente incluye el cuidado de la propia vida sino también abarca a nuestros semejantes.
“El problema específico de los adolescentes al volante - y que los convierte en las personas más expuestas a tener provocar accidentes - es su actitud, típica de la etapa que atraviesan: necesitan buscar una identidad adulta, propia, diferente de la de sus mayores y tratan de lograrlo a través de una confrontación que significa descalificar su palabra y sus disposiciones. A esto se debe que los criterios y las reglas de la barra de amigos terminen imponiéndose sobre las normas - también las viales - que plantean los adultos. El riesgo aumenta en forma considerable por el sentimiento, también típicamente adolescente, de omnipotencia: el mundo a sus pies y la vida entera por delante”. (Héctor Pavón, Revista Viva). Creo que lo que les falta tanto a los adolescentes como a los padres es educación vial. La educación es lo único que civiliza al hombre y lo hace más consciente de sus obligaciones y responsabilidades como ciudadano ante la sociedad. Manejar un auto no es algo que debemos tomar a la ligera, antes bien tenemos que ser concientes de que estamos manejando una máquina que puede convertirse en un arma. Finalmente, aunque existan multas y secuestros de vehículos, aunque existan leyes de tránsito que regulen y garanticen la responsabilidad del conductor, si un adolescente atropella a una persona y le quita la vida no creo que podamos resucitarla. Porque un adolescentes al volante puede ser muy peligroso…
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar