El hombre fáustico contemporáneo ofrece en sacrificio a los poderes malignos su posesión más valiosa, su alma. En busca de fortaleza y poder, Fausto cae rendido a los pies de Mefistófeles, el diablo. Y como el maligno aspira a obtener el control de las criaturas, y como todo bueno tentador, ofrece riquezas, poder, fama, prestigio, con tal de ganarles el alma a los hombres. Cristo es lo opuesto al hombre fáustico ya que él tuvo la capacidad de rechazar las ofertas del maligno. Aunque estuvo sujeto a pasiones humanas y apetitos materiales y necesitó seguramente el poder de Dios sobre su vida, nos dejó un ejemplo de templanza, sabiduría y humildad. Las ofertas de Mefistófeles son absurdas pues ofrece cosas materiales, pasajeridad, pero sin embargo, muchos caen en sus garras y aceptan sus propuestas. Derrotado por Cristo en la cruz del calvario, con su soberbia intacta, Mefistófeles, el diablo decidió que invertiría su tiempo y su retórica en seducir a todos los Faustos posibles con tal de ensuciar a las criaturas predilectas del creador.
Desde que el primer hombre fue creado y desobedeció las directivas divinas, Mefistófeles ha satisfacido y explotado los deseos terrenales de los hombres. Dicho en sencillo, a través del crimen y la maldad, el maligno publicita su mensaje salvífico, argumentando que por medio de medios ilícitos y totalmente carnales podemos salvar nuestras almas de la infelicidad y el infierno. “Ergo, si nuestro destino extraterreno es inamovible, no importa qué errores cometamos: podemos arriesgarnos a modificar nuestro destino terreno: robarle el fuego al Olimpo, diseñar alas artificiales para acercarse al sol, fundir en un mortero los componentes de la Piedra Filosofal. Por ello, el primer Fausto literario asume la figura del alquimista: el sabio que sintetiza el saber renacentista y la teología reformista: científico y filósofo, teólogo y nigromante, ansioso de transmutar la naturaleza para sus propios fines. Este Fausto alquimista aspira a un deseo más complejo que todos sus antecesores. Busca, sí, gratificar su sensualidad y su ansia de poder, pero también su hambre de conocimiento: develar los arcanos de la existencia, educir la geometría del macro y micro cosmos, condensar en su consciencia la grave arquitectura de las cosas”. “En su cuento “Las vísperas del Fausto”, 5 Bioy Casares recrea la angustia del pactante cuando las manecillas se aproximan a la hora fatal. Entonces intuye el doctor una argucia para posponer su condena: mediante un gesto nigromántico, Fausto regresa al instante de su nacimiento, dispuesto a revivir letra por letra su biografía —su infancia, su aprendizaje, el pacto, sus veinticuatro años de plenitud y la atroz agonía de su víspera. Pero, en el mismo instante del conjuro, el doctor adivina que evadirá el infierno, pero se condenará, fatalmente, a revivir una y otra vez, por siempre, el mismo terror, cíclico, inapelable, infernal”. (Http: //uads.reduaz.mx/~filha/FILHA2/literatura/1.htm, Gonzalo Lizard).
El contemporáneo hombre fáustico consume ilusiones, busca lo inmediato porque la eternidad esta lejos. Lamentablemente esto que piensa no es verdad ya que lo que nos separa de la eternidad es tan solo un latido. Debajo de la piel yace lo efímero, la corrupción. La mentalidad fáustica ha adquirido nuevas formas al igual que el camaleón, pero en el cuarto de máquinas del alma fáustica rugen los mismos motores de siempre, el poder, la codicia y las compensaciones absurdas. La mentalidad de fausto sucumbe ante el consumo, el materialismo y el hedonismo fugaz. Es triste pero el contemporáneo hombre fáustico tendrá que transitar esa experiencia infernal para poder darse cuenta que el camino elegido conduce a un solo lugar: La desgracia. Y este es precisamente su final.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar