miércoles, 20 de febrero de 2008

Matarse es matar

¿Què significa el suicidio para Dios? ¿Qué pasa cuando una persona se quita la vida? ¿Es salva? ¿Va al cielo? Antes de todo vale aclarar que la palabra suicidio no aparece en las escrituras. De todos modos, uno de los diez mandamientos dice que no debemos matar. (Éxodo 20:13).Y suicidarse es matarse a uno mismo. Por lo tanto, el suicidio es un homicidio. En el antiguo testamento hay registrados cuatro casos de suicidio: El de el rey Saúl y su escudero (1 Samuel 31:4,5); el del consejero Ahithophel (2 Samuel 17:23), y el del rey Zimri (1 reyes 16:18). Por otro lado, en el nuevo testamento aparece un solo caso que es el suicidio de Judas (Mateo 27:3-5; hechos 1:16-19).

Aunque Dios no dice explícitamente que el suicidio es malo delante de sus ojos, a través de otros pasajes dice que él es el único que tiene autoridad sobre la vida de los seres humanos. “Y dijo Job: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. (Job 1:21). El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Además, Cristo murió por la raza humana, lo cual le atribuye un valor infinito al ser humano. Y como si todo esto fuera poco, nuestros cuerpos mortales son el templo donde habita el Espíritu Santo de Dios. El apóstol Pablo escribió en primera de corintios 6:19-20: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
Ahora bien, la vida no le pertenece a los hombres. La vida le pertenece a Dios. Es más, los cristianos sabemos que lo que somos se lo debemos a Dios. Vivimos para él. “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven”. (Romanos 14:7-9). Suicidarse es pecado porque el hecho de quitar la vida desafía la soberanía de Dios. El hombre no tiene derecho de matar su propio cuerpo. Al contrario, debe cuidarlo, amarlo, aceptarlo como es. El suicidio es pecado porque matarse es matar. Es un pecado porque no solamente nos dañamos a nosotros mismos sino que también dañamos a nuestros seres queridos. Matarse es matar.
Vuelvo a repetirlo: Dios le atribuye tanto valor a la vida humana que envió a su único Hijo a morir por nosotros en la cruz del calvario. Por lo tanto, no somos objetos desechables. No somos sujetos cosificables que al mismo tiempo cosifican a otros. Somos personas creadas a imagen y semejanza de Dios. Muchas personas tal vez digan que los suicidios decidieron matarse porque no encontraron otra salida, pero esta idea no justifica el acto de suicidio. De hecho, el apóstol Pablo escribió: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”. (Romanos 8:28,29).
Si ponemos nuestra confianza en Dios no debemos porque temerle al suicido ni tenemos porque llegar a esta decisión. Si aceptamos a Cristo como nuestro salvador personal, es ahí cuando nos damos cuenta del valor que tiene nuestra vida. Antes de ascender al cielo, Cristo dijo que no nos dejaría huérfanos sino que enviaría al consolador, al Espíritu Santo para que este con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Es decir, no estamos solos. Y si Dios esta de nuestro lado, no debemos decirle a Dios cuan grandes son nuestros problemas, sino que debemos decirle a nuestros problemas lo grande que es nuestro Dios. En romanos 8:33-35, 37-39, el apóstol Pablo finalmente nos dice: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un tema intenso.
Desde mi experiencia como médico legista, podría afirmar que, en general, el suicida es una persona que sufre, y que se encuentra en tal posición, que no le es posible vislumbrar un atisbo de luz al final del tunel.

Pienso que el hombre mantiene su ánimo a expensas de las metas que se plantea, sean estas al belebérrimo o al largo plazo.

El suicida, suele quedarse sin metas, hasta llegar al punto que su ambición y su destino final se confunden en uno.

Visto así, es una suerte de insanía, de hecho tipificada en la Ley, en la que el sujeto ya no puede distinguir lo bueno de lo malo, en este caso, que sería mejor: vivir que morir.
¿Es imputable de pecado el hombre sin juicio?

Si, acepto que es un tema difícil. Y concluyo igual que tu, es pecado. Es que de tanto ver suicidas, se me ocurre pensar en una explicación desde la comprensión del dolor.

Por supuesto, que quien tiene a Cristo en su corazón, siempre tendrá el ültimo recurso, el poder echar sus cargas sobre el Maestro, y en todo caso, albergar LA Esperanza, la vida Eterna junto a Cristo.
A fin y al cabo, ¿Que significan 1 o 100 años de sufrimiento en la carne comparados con una Eternidad en Gloria?
Una vez más, Cristo es la Respuesta.

Un abrazo
-Dany

MonjaGuerrillera dijo...

Hola. Recien te leo. Parece que somos vecinos bonaerenses.
Saludos.