“Lo que sigue es una leyenda griega. Mucho antes de la existencia del pueblo heleno, cuando el gran Minos era rey de Creta, y esta isla era el centro de un floreciente y poderoso imperio, Dédalo construyó en la isla de referencia un intrincadísimo laberinto en el cual irremisiblemente se perdía el que se aventuraba a entrar solo, sin alguna ayuda especial o muy experimentada.
Yacía en las profundidades del laberinto el Minotauro, para encerrar el cual se había realizado en Creta la enmarañadísima construcción, que se caracterizaba por una serie de corredores que se replegaban sin orden alguno en distintos sentidos, de manera que en sus vueltas y revueltas fuera absolutamente imposible orientarse.
Teseo, héroe griego, enamorado de la bella Ariadna, hija de Minos, rey de Creta, decidió trasladarse a la isla, y desafiando al peligroso, resolvió recorrer el laberinto y matar al odioso Minotauro. Pero advertido por la princesa de la irremisible suerte que le esperaba si entraba sin alguna ayuda externa, aceptó de buen grado un ovillo de hilo cuya punta sostenía Ariadna en el exterior. Así pudo recorrer con la gente que lo acompañaba aquel enmarañado laberinto, dar muerte al minotauro, y regresar airoso al exterior como héroe triunfante”.
El mundo de hoy es como una especie de laberinto. Yace en las profundidades de ese laberinto el diablo, Satanás, el enemigo de Dios. Este Minotauro conduce a las personas a la muerte espiritual, a enfermizas perversiones y a la decadencia moral. Los hombres están perdidos dentro de este planeta de vanidades y espejismos. Los jóvenes andan desorientados y confundidos. La corrupción moral es un virus pandémico. La sociedad está bañada de llantos angustiosos. Por todos los medios de comunicación caminan, como una procesión a paso lento, las almas sufrientes y llorando lágrimas de sangre y desesperanza. Muchos individuos dicen que Dios es injusto porque castiga a los inocentes. Pero nadie reconoce sus pecados. La mayoría de los seres humanos están perdidos en la selva oscura de la perdición, donde abundan las lujurias y los vicios malsanos que apartan a los hombres de las virtudes cristianas. El Dr. Billy Graham dijo: “Uno de los más devastadores efectos del pecado es que ciega al hombre a sus propios pecados”. Las almas afanadas por la codicia y la maldad deambulan por las calles de la ciudad perdida en las tinieblas. Los pecadores someten la razón al pecado. Y las personas comunes experimentan en sus mentes lo más trágico y horrendo que un mortal puede experimentar: recordar el tiempo de paz y alegría en la tormenta de la desgracia. Los ánimos airados son controlados por la soberbia, la codicia, los celos, la envidia y la avaricia. El deseo de riquezas, de autos 0KM., de opulencia, condena a muchas almas. 2 de Corintios 4:4 dice: “El Dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”.
Muchos seres humanos entraban en el laberinto de Creta y perecían bajo las garras del minotauro. Lo mismo está pasando en el mundo actual. Son muchas las almas que sucumben ante Satanás, el Minotauro asesino. Debido a que nadie puede lidiar con el Minotauro por sí solo, es obvio que necesitamos un mágico hilo guiador. El hilo guiador es el libro de Dios,
Las personas del siglo XXI están bajo el poder de la avaricia, el individualismo y la vanidad. Antes los hombres eran hombres, eran seres humanos con dignidad, mas ahora todos son leña para el fuego de los genocidios y los holocaustos de inocentes y justos. Las lenguas están inflamadas de mentiras, vanilocuencias, sofismas y acoso moral. Legión de diablos de fornicación conducen a muchas almas a la prostitución y el amor libre y sádico. Algún día, los que ahora se ríen de las calamidades ajenas, llorarán eternamente por sus pecados. Los demonios, cornudos de maldad, flagelan las espaldas de las personas porfiadas que no quieren hacer la voluntad de Dios. Las mujeres caminan despacio con caras cansadas y pesarosas. Los niños no tienen qué comer. Los jubilados ganan una miseria. Todo esto que he descrito, son las horrendas tortuosidades del mundo actual. Así pues, por supuesto que hay una salida. Esa salida es la palabra de Dios. Allí, en la páginas de
Julio C. Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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