miércoles, 12 de diciembre de 2007

Reconozco mis errores


Soy como soy. Tengo virtudes y también defectos. Me es fácil reconocer mis virtudes, mis puntos fuertes, y me gusta hablar de lo que soy capaz de hacer, pero me resulta difícil hablar y reconocer mis errores. En realidad, ¿a quien no le cuesta reconocer que se equivoco? ¿A quien le gusta decir que le erró? Ahora, la clave para poder alcanzar nuestro máximo potencial consiste en poder aceptar nuestros errores, reconociendo que somos seres humanos y que cualquier idea o ilusión de perfección es una estupidez. Somos personas y muchas nos equivocamos. Les fallamos a los demás y nos fallamos a nosotros mismos. A veces hablo con gente que exige que los demás sean perfectos, les exigen que no les fallen, pero como las personas no son perfectas, fallan y después vienen los enojos, las peleas, los reproches. Pasa esto porque muchos buscan la perfección, lo cual los seres humanos no podemos lograr. Somos falibles.
Lo cierto es que no hay que ser arrogante y acometer que nuestros semejantes sean infalibles. Del mismo modo que no debemos exigir que los demás sean infalibles, tampoco debemos creernos dueños de la verdad ni pensar que la tenemos clara. De hecho, dice un refrán que al mejor cazador se le escapa la liebre. Aceptar los errores propios y ajenos es signo de madurez, inteligencia, flexibilidad, empatìa. Cada cual debe pensar por su cuenta, decidir según su criterio. Nadie tiene el derecho a juzgar a otros. Antes bien, no debe mirar la paja del ojo ajeno porque tiene una enorme viga dentro de su ojo. Hay que respetar las opiniones, dejar que los demás sean como son. En todo caso, si queremos que quienes nos rodean cambien alguna actitud o modifiquen su forma de ser en algún aspecto, entonces mejoremos y cambiemos nosotros, demos el ejemplo.
Dado que todos podemos equivocarnos alguna vez, reconozcamos nuestros errores. Riamos de nosotros mismos. Tropezar no esta mal, lo que esta mal es quedarse en el piso. Herir a alguien sin querer no esta mal, lo que esta mal es no pedir perdón. Perdonar es ser inteligente. Si reconocemos nuestros errores y en vez de fijarnos en los defectos del otro, nos miramos a nosotros mismos, veremos cambios positivos a nuestro alrededor. Dejemos de lado la coraza de infalibilidad. No necesitamos buscar la perfección ni ganar adeptos que adhieran a nuestro perfeccionismo. Seamos tal cual somos. Incluso rechacemos la palabra perfeccionismo. La opinión de la gente también vale. Busquemos una verdad en común, algo que nos una, que nos acerque. Tratemos a los demás como queremos que nos traten a nosotros. Reconozcamos nuestras malas actitudes, nuestro orgullo, nuestra pedantería. No seamos obsecuentes, antes bien seamos humildes y limpios de corazón. Que seamos humildes no significa que seamos tontos. Que reconozcámonos que somos falibles no significa que seamos inferiores. Que fallemos alguna vez no significa que no tengamos valores y virtudes. Nadie es mejor que nadie. En todo caso, escuchamos la misma música pero bailamos diferente.
Julio cèsar chàves
escritor78@yahoo.com.ar

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