jueves, 1 de noviembre de 2007

Còmo lidiar con la violencia en la familia


Lamentablemente todos los días suceden casos de violencia doméstica en muchos hogares. La existencia de relaciones abusivas entre los miembros de la familia, donde un miembro de la familia ocasiona daño físico, sexual, económico y psicológico a otro, es un tema candente, crónico, actual y los que más sufren debido a la violencia doméstica son los niños. La violencia dentro de la familia es un problema social ya que las repercusiones se dan en la comunidad, afectando los ámbitos de la educación, la justicia, la moral, la salud física y psicológica. Debemos admitir que los conflictos familiares son algo normal, pero otra cosa muy distinta es la violencia familiar. Discusiones, pelear, pleitos, diferencias de opinión, tienen todas las familias, pero cuando hace acto de presencia la violencia estamos ante un problema. La violencia intrafamiliar se manifiesta de muchas maneras, pero los que más la padecen son los niños, los ancianos, y los discapacitados. La violencia no discrimina a ninguna familia ya que ocurre en todos los niveles socioeconómicos y culturales. La Dra. Marviliz Ávila Rodríguez, en su obra Violencia Familiar, Urgente desafío en la agenda de la iglesia, dice: “La violencia Familiar constituye uno de los problemas sociales más rampante en nuestro país. Es de conocimiento general que el problema de la violencia muestra sus efectos perjudiciales en el ámbito emocional, espiritual, físico, interpersonal y eco sistémico de quienes lo experimentan directa o indirectamente. Es decir, todos/as de alguna manera hemos estado expuestos/as a alguna dimensión de la experiencia de la violencia en nuestras vidas. No obstante, se hace un tema pertinente y urgente el trabajar esta situación desde el contexto familiar.
Podría hablar muchísimos a este respecto, pero de lo que quiero hablar en este artículo es de las repercusiones de la violencia en los niños. Sabemos que los padres influyen en la personalidad de los hijos. Por lo tanto, un niño que vive en una familia disfuncional va a ser violento en todas sus actividades. Hace poco leí en una revista que los dictadores más sangrientos fueron maltratados en su niñez. Joseph Stalin, el dictador que gobernó la Unión Soviética con puño de hierro era golpeado cotidianamente por su padre. Dicen los biógrafos que la madre de Stalin, al ver a su marido golpear por enésima vez a su “Sosso”, le dijo a su marido: “Le sacas del corazón el amor de Dios y del prójimo, y se lo llenas de odio”. Adolf Hitler también fue maltratado por su padre y mientras tanto, su madre lo sobreprotegía. El padre de Hitler era zapatero y no solo le pegaba a su hijo cada vez que volvía borracho, sino que cuando tenía que llamarlo, lo hacía con un silbido, al igual que con sus perros. La mamá de Idi Amin era bruja en un pueblito de Uganda. Al tomar el poder, su hijo mandó a asesinar a unas 300.000 personas. Tal vez estos ejemplos son un poco extremos, pero lo que quiero ilustrar es el hecho de que los hijos sufren todas las consecuencias de los problemas de sus padres, aunque no sean las víctimas directas y los chicos que hoy son maltratados mañana serán adultos y reproducirán la maldad que se les sembró en el corazón. La violencia destruye los valores de la familia, atenta contra la libertad, la armonía, la convivencia.
Es responsabilidad de los padres evitar la violencia intrafamiliar pues es un delito contra el amor. Recordemos que la convivencia requiere tolerancia, paciencia, coherencia, inteligencia. La familia es la base de la sociedad y las familias cristianas deben ser ejemplos de convivencia armoniosa, paz, alegría, gozo, felicidad. El cristianismo es la religión del amor. Sabemos que los padres de Stalin, Hitler, fueron violentos con sus hijos, engendrando seres resentidos, violentos, destructivos. Los padres cristianos no deben ser violentos. Por el contrario, deben transmitirles valores a sus hijos, deben educarlos en el amor, el altruismo, la piedad, el amor. La familia cristiana es una de las pocas instituciones que aún conservan ciertos valores que no deben perderse, subestimarse, descuidarse. La unidad y armonía familiar es fundamental para la armonía social. “La gracia de Dios se ha manifestado... enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir sobria, justa y piadosamente”, dice Tito 2:11,12. Finalmente vuelvo a citar a la Dra. Marviliz Ávila Rodríguez quien nos marca unas pautas muy importantes para batallar contra la violencia familiar:
“¿Qué podemos hacer?
Como miembro de la familia: identificar si soy receptor/a de violencia o si la ejerzo contra los integrantes de mi familia y buscar responsable y amorosamente ayuda (romper con el complot del silencio para que la verdad nos haga libres)
Como miembro o líder de iglesia:
a) Ganar conciencia acerca de la magnitud del mal social de la violencia (no devaluar sus efectos)
b) Condenar las conductas violentas y agresivas
c) Educar-orientar
d) Prevenir
e) Desarrollar empatía (asunto de credibilidad)
f) Hacer referidos a personas que puedan ayudar a la solución del problema
g) Cuidar a las víctimas
h) Escuchar y creer en las historias de ellas
i) Colocar en primer lugar la seguridad
j) Practicar un acercamiento de equipo
k) Ayudar a las víctimas a establecer un plan de seguridad
L) Buscar educación y adiestramiento
Dios nos llama a AMARNOS unos/as a otros/as, a ESFORZARNOS Y SERVIR CON CORAZON FERVIENTE, a VIVIR ALEGRES, a BENDECIR, a PERDONAR, a VIVIR EN ARMONIA UNOS/AS CON OTROS/AS, a SER HUMILDES, a NO SER VENGATIVOS, a HACER LO BUENO Y a HACER CUANTO PODAMOS POR VIVIR EN PAZ”.


JULIO CÈSAR CHÀVES ESCRITOR78@YAHOO.COM.AR

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