domingo, 14 de octubre de 2007
Danger: Cristiano en el desierto
Debido a cuestiones espirituales, mentales, existenciales, familiares, muchos creyentes comienzan a avanzar por un desierto espiritual, donde el descuido y la insensibilidad abaten su vida. En este período, los creyentes leen la Biblia, pero Dios parece como que guarda silencio, la rutina de los cultos resulta aburrida, las relaciones interpersonales dentro de la iglesia son ásperas, poco alentadoras, se comienzan a ver los defectos de los demás, el pecado comienza a colonizar áreas de nuestras vidas, entonces, consecuentemente todo se torna árido, seco, desolado, vacío, poco estimulante. Cuando los creyentes entran a caminar por paisaje árido, desértico, oran como el salmista, que dijo: “Se volvió mi verdor en sequedades de estío”. (Salmo 32:4).
Así pues, sabemos que estamos pasando por el desierto, pero la pregunta es: ¿Cómo reaccionamos ante esta situación espiritual? ¿Cómo lidiamos con el pecado, la insensibilidad y la apatía? Lo que debemos hacer es buscar al Señor con todas nuestras fuerzas. Congregarnos como nunca antes. Orar, leer la palabra, buscar la compañía de cristianos que entiendan nuestra situación y busquen nuestra restauración y fortalecimiento de nuestra fe. David Greco, en su ensayo Renuévame, cuenta que es en medio del desierto donde el Espíritu Santo manifiesta su presencia. Greco dice que por intermedio de la oración, la alabanza, el estudió bíblico, y el servicio a Dios podemos salir airosos del desierto espiritual. Entonces, a medida que nuestra fe recobre su vigor y entereza, vamos a ir dándole solución a los problemas mentales, físicos, familiares, que nos aquejan. Si advertimos que aunque nos congregamos como nunca antes, oramos y leemos la palabra y no pasa nada, debemos confiar en la soberanía de Dios, dándole toda nuestra confianza a Dios ya que él tiene cuidado de nosotros. Es corriente que la sequía espiritual afecte todas las áreas de nuestras vidas. Puede ser en determinadas circunstancias espirituales nos sintamos deprimidos, tristes, solos, física y mentalmente débiles, pero una cosa debemos recordar siempre: “Dios esta con nosotros como poderoso gigante”.
Después de la tormenta saldrá el sol. Después de la soledad vendrá la compañía. Después del desierto vendrá el manantial. Después de las lágrimas vendrá la alegría. En medio del desierto, como hizo Cristo, debemos citar la palabra, resistir al diablo, rendirnos a Dios. El apóstol Pablo dijo que el que comenzó en nosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. (Filipenses 1:6). Jeremías también declaró: “Bendito el varón que confía en el Señor, porque será como el árbol plantado junto a las aguas... y no teme la venida del calor, sino que su follaje está frondoso, y en el año de sequía no se inquietará ni dejará de dar fruto”. (Jeremías 17:7-8). Dios es poderoso como para convertir el desierto en manantial de aguas vivas. En su libro Acércate sediento, Max Lucado dice que de la misma manera que los seres humanos no podemos vivir sin agua, tampoco podemos vivir sin Dios. Necesitamos el agua viva, la vida de Dios. Recordemos que andamos por fe y no por vista. Confiemos en el Señor. (2 Corintios 5:7).
Dios transformará nuestros desiertos en estanques de agua, y la tierra seca en manantiales, dice el salmo 107:35. En medio de la tierra árida, resistamos al diablo, busquemos a Dios. Resistir implica oponerse a las artimañas de Satanás, implica declarar la palabra en fe, implica confiar en la soberanía de nuestro Señor, implica dejar que él de la nada, lo haga todo. Y cuando pongamos a Dios en primer lugar, pese al contexto desértico, podremos expresar con Isaías: «He aquí Dios es mi salvación; confiaré y no temeré, porque mi fortaleza y mi canción es el Señor, quien ha venido a ser mi salvación» (Isaías12:2). Si es así, «con gozo sacaremos aguas de las fuentes de la salvación» (Isaías 12:3).
Julio césar Cháves escritor78@yahoo.com.ar
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1 comentario:
Yo hasta hace poco viví en un desierto... pero encontré un oasis y em siento mejor
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