martes, 7 de agosto de 2007

Un contexto de callada desesperación



El siglo XXI es una época de confusión. Al igual que sucedió en la torre de babel, los seres humanos están confundidos debido a sus pecados de rebelión y desobediencia a Dios. Como si esto fuera poco, los hombres buscan justificar sus maldades y aberraciones echándole la culpa a su creador. Dicen que si Dios nos hubiera hecho perfectos el mundo estaría en mejor situación. Algunos se callan y no emiten opinión, pero de todas formas todos los seres humanos sobre la faz de la tierra experimentan la misma insatisfacción espiritual. Henry David Thoreau dijo: “La mayoría de los hombres viven vidas de callada desesperación”.
¿Qué es lo que le falta a los hombres? ¿Cuál es la causa de tanta desesperación? ¿Por qué hay tanta confusión? La respuesta es sencilla: Los seres humanos necesitan acercarse a Dios a través de Cristo. Dios es el único que puede darle sentido y propósito a la vida humana. Blas Pascal dijo: “Hubo una vez en el hombre una felicidad auténtica de la cual lo único que queda es el marco y rostro vacío, que él, en vano intenta llenar con todo lo que lo rodea. Pero todos son recursos inadecuados porque el abismo infinito puede ser llenado únicamente por Dios”.
En síntesis, todos los seres humanos nacemos en pecado y tendemos hacia el mal. Y la paga del pecado es la muerte. Algunos científicos arguyen que nuestras predisposiciones pecaminosas se deben a influencias genéticas, pero la realidad es que tenemos libre albedrío, es decir, podemos elegir entre el bien y el mal. Es más, cada vez mayor cantidad de científicos reconocen que si bien los genes ayudan a perfilar nuestra personalidad, no determinan o dictan por completo nuestras decisiones. El neuropsiquiatra de Harvard University, John Ratey declaró: “Los genes no hacen que un hombre sea homosexual, o violento, o gordo, o líder. Los genes se limitan a fabricar proteínas....Los seres humanos no somos prisioneros de nuestros genes o nuestro medio. Tenemos libre albedrío”.
Romanos 5:8 dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Los seres humanos pecados contra Dios porque decidimos hacerlo. Dios ha establecido leyes y mandamientos que rigen la conducta, proveyendo un marco moral y ético, cuya función es orientar y regir la conducta de los hombres apropiadamente, conforme a la voluntad de Dios. Hay que tener en cuenta que el comportamiento es producto directo de los pensamientos. De hecho, proverbios 23:7: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. Los pensamientos que vamos adoptando a lo largo de la vida, determinan nuestras elecciones de vida y nuestro estilo de vivir. En fin, lo único que puede ayudarnos a lidiar con nuestras predisposiciones pecaminosas es aceptar a Cristo como nuestro salvador personal. Entregar nuestras vidas a Dios no es un desperdicio, por el contrario, es una decisión inteligente. El apóstol Pablo, en Gálatas 2:20, escribió: “Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vivo en mi. Lo que vivo en la carne, lo vivo por la fe en el hijo de Dios, quien me amó y se entregó a si mismo por mi”.

Julio césar cháves
escritor78@yahoo.com.ar

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te encuetro la razon...

El hombre esta terminando de era, y esta ascendiendo a una era "espiritual"

Yo creo que por eso se crea tanta confusion...