sábado, 28 de julio de 2007

Metrópolis


En el filme “Metrópolis”, del director alemán Fritz Lang, se cuenta la historia de una gran ciudad que refleja las ambigüedades intelectuales de 1925 y de la pareja Lang-Harbou. En la ciudad de Metrópolis, la ciudad del orden, la raza de los señores que vive una existencia de sueño en los jardines encantados de Yoshiwara. Las criaturas restantes habitan en la ciudad subterránea, verdaderos autómatas humanos, esclavos de las máquinas que dan vista a Metrópolis. María, una linda esclava idealizada predica conformismo y la esperanza. El hijo del amo de Metrópolis se enamora de ella y decide unirse a los esclavos de su tarea. Por inclinación del AMO, Rottwang, un sabio loco construye un robot hembra a imagen de María. Este robot deberá incitar a los esclavos a la rebelión, con lo que ellos mismos serán perjudicados, ya que Metrópolis, sin los obreros, comienza a destruirse, inundándose en primer lugar la ciudad subterránea. Pero la ciudad finalmente es salvada, el robot destruido y el sabio muerto. El amor de la pura María y el hijo del amo reunidos en el atrio de una Catedral ‘expresionista’, se reconcilian al final. Por todo lo expuesto, en esta ocasión la ciencia ficción sirve como toda claridad al designio político que pretendía llevar a cabo el III Reich, cara a las hordas bolcheviques De ahí que este filme fuera su predilecto.
En esta película, del alemán Fritz Lang (1925), se plantean subjetivamente los grandes problemas que son: la soledad, el anonimato, la marginación, la pérdida de identidad, la dinerización y materialización de todo vínculo. Metrópolis, una ciudad absolutamente en decadencia humana, pero majestuosa en sus construcciones, esplendorosa en sus monumentos y sus trabajos en piedra arquitectónica, es la cuna de manipuladores de las masas. Allí viven hombres si sentimientos, sin amor. Las grandes Metrópolis, según mi opinión, han sido las generadoras de hombres perversos, individualistas y sin sentimientos positivos. Te cuento un ejemplo: A la Viena de los Habsburgos, una Metrópolis, llegó en 1906, con 18 años, desde la Germania rural, precisamente un provinciano. Este muchacho se deslumbró por la gran Viena de los Habsburgos. Llegó con la intención de estudiar diseño y arquitectura. Se presentó en los exámenes y lo bocharon, fracasó en una o dos facultades en las cuales quiso entrar, y terminó pintando acuarelas en la plaza, pidiendo algo de comer de puerta en puerta. Vivió en los bajo fondos de esa Viena rutilante durante 4 o 5 años. Vio el esplendor de una metrópolis de cabal grandiosidad. Se fue de Viena en 1910 diciendo que él terminaría con Viena, con su fastuosidad, y que él le daría otra dignidad al nuevo hombre que sueña, que es exactamente lo contrario a esa Viena dominada y saturada de judíos. Ese hombre de 22 años es Adolfo Hitler. Esto que he dicho, A. Hitler, lo cuenta en su único libro ‘Mi lucha’, donde anunció lo que finalmente terminó haciendo-patológicamente impregnado de esa utopía antisemita, pero sobre todo de esa idea de que, en el sueño moderno, todo es alcanzable, racional, mística: guerrera, científicamente.
Por otra parte, Jorge Luís Borges, sus mejores poemas los tiene, rotundamente, referidos- no sé si a Buenos Aires- pero al menos, podríamos decir que habría que tomar a cualquier metrópolis como a una criatura salvaje, misteriosa, laberíntica; que aparece en el momento de lo moderno y que congrega infinidad de animalidades, pero que también expresa, en sus latidos, una insignificación de infelicidades. Jorge L. Borges escribió: “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz.”. Hoy en día, somos postmodernos, tenemos de todo. Algunos se dan el lujo de festejar el cumpleaños de sus hijos en estadios de fútbol. Sin embargo, todo no es color de rosa como parece, también en otra parte, de esta urbanidad organizada mecánicamente, hay gente, y sobe todo niños, que comen de la basura. Esto me hace recordar lo que dijo Salomón: “Hay caminos que al hombre le parecen derechos, pero al final son caminos de muerte”.

Julio C. Cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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