Oswald Spengler escribió: “Todo lo orgánico sucumbe a la creciente organización. Un mundo artificial atraviesa y envenena el mundo natural. La civilización se ha convertido ella misma en una máquina que todo lo hace o quiere hacerlo maquinísticamente. Hoy se piensa en caballos de vapor. Ya no se ven y contemplan las cascadas sin convertirlas mentalmente en energía eléctrica. No se ve un prado lleno de rebaños sin pensar en el aprovechamiento de su carne. No se tropieza con un bello oficio antiguo, de una población todavía alimentada por la sabia primordial, sin sentir el deseo de sustituirlo por una técnica moderna”.
Este discurso Spengleriano hace ya unos cuantos años que fue concebido, pero no obstante, sigue teniendo vigencia. Aún en la actualidad seguimos adheridos a la racionalización técnica del mundo, los animales, y la vida. La máquina constriñe a la humanidad. El hombre moderno, dominador del mundo y de sus máquinas, hoy día, se precipita en el abismo de sus propios ingenios, de su propia creación, de sus propias compensaciones tecnológicas.
Hablamos, pensamos, y actuamos maquinísticamente. Vivimos como máquinas. Muchos son maquinísticamente utilitaristas. Las víctimas de la sociedad diabólicamente tecnologizada son incontables. La vida urbana organizada y en frenético movimiento, conduce a la locura colectiva. Los corazones se han mecanizado y el amor ya no es el combustible que utilizan. Hoy se mira lo de afuera por sobre lo espiritual. Tener una moto o un auto (máquinas compensatorias) es lo que implica, por lo menos para la gran mayoría, lo que vale una persona. Tener ha sido reemplazado por un tener diabólicamente influenciado. Ya no hay necesidad de ir a la guerra para aterrorizarse, lo único que hay que mirar es lo cotidiano, lo que somos tecnologizadamente. El horror, el sufrimiento, y la violencia la encontramos en nuestros ojos y en nuestras almas, que se manifiestan fría y diabólicamente tecnologizadas, utilitaristas, y cosificadoras, salvajemente.
Es evidente que en la actualidad nos enfrentamos a una época caracterizada por la irrupción salvaje y masiva por la tecnología en la cotidianeidad social. Es por esto que la realidad cada día se hace más inhabitable y temerosa. Alguien escribió lo que sigue respecto a la peligrosa sociedad tecnologizada: “El triunfo de la razón y la técnica lejos de pacificar al hombre lo arroja a una inédita experiencia donde la destrucción, el riesgo y el peligro también alcanzan a lo cotidiano”. Por doquier podemos ver a individuos urbanos ahogados por el humo de los pensamientos frívolos y utilitaristas. Los motores generando voluntaria violencia en la atmósfera social. Los aviones que zumban de Metrópolis en Metrópolis. Además, podemos ver millones de seres sometidos a las máquinas, como en la película “Metrópolis” del director alemán Fritz Lang, donde los millones de obreros, que trabajan en la cuidad subterránea, trabajan mecánicamente como verdaderos autómatas humanos, esclavos de las máquinas que dan forma a una opulenta ciudad tecnologizada, construida con la sangre de trabajadores manipulados por desalmados líderes que hablan, piensan, y actúan maquinísticamente.
El Dr. Jack Impe declaró: “Las innovaciones tecnológicas ocurren tan rápido que los titulares de prensa matutinos son obsoletos en los noticieros de las 10 de la noche. Amplias sacudidas sociales, políticas y económicas están transformando las culturas por completo. Desarrollos vertiginosos en las comunicaciones masivas y el menos dramático, pero igualmente trastornante proceso de urbanización y modernización están creando aún más incertidumbre social”. ¡¿Qué significa todo esto que está pasando para nosotros?! Teniendo en cuenta que formamos parte de esta era de masas, ética biológica, ingeniería, nacimientos en tubo de ensayo, y máquinas cosificadoras, en menester que tengamos en cuenta lo que dijo Salomón: “Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien”. (Eclesiastés 9:18).
Julio C. Cháves. Escritor78@yahoo.com.ar
Hablamos, pensamos, y actuamos maquinísticamente. Vivimos como máquinas. Muchos son maquinísticamente utilitaristas. Las víctimas de la sociedad diabólicamente tecnologizada son incontables. La vida urbana organizada y en frenético movimiento, conduce a la locura colectiva. Los corazones se han mecanizado y el amor ya no es el combustible que utilizan. Hoy se mira lo de afuera por sobre lo espiritual. Tener una moto o un auto (máquinas compensatorias) es lo que implica, por lo menos para la gran mayoría, lo que vale una persona. Tener ha sido reemplazado por un tener diabólicamente influenciado. Ya no hay necesidad de ir a la guerra para aterrorizarse, lo único que hay que mirar es lo cotidiano, lo que somos tecnologizadamente. El horror, el sufrimiento, y la violencia la encontramos en nuestros ojos y en nuestras almas, que se manifiestan fría y diabólicamente tecnologizadas, utilitaristas, y cosificadoras, salvajemente.
Es evidente que en la actualidad nos enfrentamos a una época caracterizada por la irrupción salvaje y masiva por la tecnología en la cotidianeidad social. Es por esto que la realidad cada día se hace más inhabitable y temerosa. Alguien escribió lo que sigue respecto a la peligrosa sociedad tecnologizada: “El triunfo de la razón y la técnica lejos de pacificar al hombre lo arroja a una inédita experiencia donde la destrucción, el riesgo y el peligro también alcanzan a lo cotidiano”. Por doquier podemos ver a individuos urbanos ahogados por el humo de los pensamientos frívolos y utilitaristas. Los motores generando voluntaria violencia en la atmósfera social. Los aviones que zumban de Metrópolis en Metrópolis. Además, podemos ver millones de seres sometidos a las máquinas, como en la película “Metrópolis” del director alemán Fritz Lang, donde los millones de obreros, que trabajan en la cuidad subterránea, trabajan mecánicamente como verdaderos autómatas humanos, esclavos de las máquinas que dan forma a una opulenta ciudad tecnologizada, construida con la sangre de trabajadores manipulados por desalmados líderes que hablan, piensan, y actúan maquinísticamente.
El Dr. Jack Impe declaró: “Las innovaciones tecnológicas ocurren tan rápido que los titulares de prensa matutinos son obsoletos en los noticieros de las 10 de la noche. Amplias sacudidas sociales, políticas y económicas están transformando las culturas por completo. Desarrollos vertiginosos en las comunicaciones masivas y el menos dramático, pero igualmente trastornante proceso de urbanización y modernización están creando aún más incertidumbre social”. ¡¿Qué significa todo esto que está pasando para nosotros?! Teniendo en cuenta que formamos parte de esta era de masas, ética biológica, ingeniería, nacimientos en tubo de ensayo, y máquinas cosificadoras, en menester que tengamos en cuenta lo que dijo Salomón: “Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien”. (Eclesiastés 9:18).
Julio C. Cháves. Escritor78@yahoo.com.ar
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