La diferencia entre el fariseo y el publicano
La parábola del fariseo y el publicano es una perfecta ilustración de cómo Dios ve más allá de la apariencia y bendice a quien lo busca de corazón. Lucas 18:10-14 relata la parábola: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.
El publicano era cobrador de impuestos y seguramente había sido corrupto en alguna situación. No había duda de su apostasía. Sin embargo, estaba arrepentido de corazón. Reconoció sus pecados. Reconoció su necesidad del perdón de Dios. Entonces, como Dios ve lo que hay debajo de la apariencia, escucho su oración y le contestó. De la misma manera que este hombre reconoció su pecado delante de Dios, nosotros debemos reconocer nuestros pecados y debemos arrepentirnos ya que si no aceptamos nuestra necesidad de Dios él no nos puede bendecir.
Por otra parte, el fariseo era un hombre honrado, culto, respetado socialmente. Sin embargo, aunque era pecador, no reconocía su pecado, estaba ciego, pensaba que era perfecto, pensaba que no tenía fallas. Hacia alarde de su piedad, de su santidad. Entonces, cuando oró su oración no fue contestada. Dios se tapo los oídos. Dios no lo escuchó porque él ve debajo de las apariencias y cuando no hay arrepentimiento de corazón, él no bendice. Nosotros debemos ser como el publicano que dejó que el Espíritu Santo tocara su corazón y lo condujera al arrepentimiento y el reconocimiento de su necesidad de Dios. Juan 16:8 dice: “Y cuando él venga (Espíritu Santo), convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. La única responsabilidad de nosotros es que respondamos a la vos del Espíritu Santo y reconozcamos nuestros pecados y reconozcámonos nuestra necesidad de Dios. Por esto filipenses 2:13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Cuando escuchemos la voz del Espíritu Santo que nos muestra nuestros pecados y nuestra necesidad, escuchémosle porque es Dios quien nos esta hablando y desea que nos acerquemos a él como el publicano de la parábola. De la esta manera nuestras oraciones serán escuchadas y contestadas.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
La parábola del fariseo y el publicano es una perfecta ilustración de cómo Dios ve más allá de la apariencia y bendice a quien lo busca de corazón. Lucas 18:10-14 relata la parábola: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.
El publicano era cobrador de impuestos y seguramente había sido corrupto en alguna situación. No había duda de su apostasía. Sin embargo, estaba arrepentido de corazón. Reconoció sus pecados. Reconoció su necesidad del perdón de Dios. Entonces, como Dios ve lo que hay debajo de la apariencia, escucho su oración y le contestó. De la misma manera que este hombre reconoció su pecado delante de Dios, nosotros debemos reconocer nuestros pecados y debemos arrepentirnos ya que si no aceptamos nuestra necesidad de Dios él no nos puede bendecir.
Por otra parte, el fariseo era un hombre honrado, culto, respetado socialmente. Sin embargo, aunque era pecador, no reconocía su pecado, estaba ciego, pensaba que era perfecto, pensaba que no tenía fallas. Hacia alarde de su piedad, de su santidad. Entonces, cuando oró su oración no fue contestada. Dios se tapo los oídos. Dios no lo escuchó porque él ve debajo de las apariencias y cuando no hay arrepentimiento de corazón, él no bendice. Nosotros debemos ser como el publicano que dejó que el Espíritu Santo tocara su corazón y lo condujera al arrepentimiento y el reconocimiento de su necesidad de Dios. Juan 16:8 dice: “Y cuando él venga (Espíritu Santo), convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. La única responsabilidad de nosotros es que respondamos a la vos del Espíritu Santo y reconozcamos nuestros pecados y reconozcámonos nuestra necesidad de Dios. Por esto filipenses 2:13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Cuando escuchemos la voz del Espíritu Santo que nos muestra nuestros pecados y nuestra necesidad, escuchémosle porque es Dios quien nos esta hablando y desea que nos acerquemos a él como el publicano de la parábola. De la esta manera nuestras oraciones serán escuchadas y contestadas.
Julio césar cháves escritor78@yahoo.com.ar
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