lunes, 16 de julio de 2007

Ellas son pequeñísimas gotas de humanidad




Las lágrimas expresan emociones.
Con ellas comunicamos rabia o felicidad, alegría o tristeza. El agua salada que brota de nuestros azorados ojos no es algo común y de escaso valor, por el contrario, sirve para comunicar sentimientos de diversa índole. Las lágrimas, además de limpiar nuestros ojos, las utilizamos para expresar lo que albergamos dentro del alma. Los médicos dicen que cuando los niños nacen tiene llanto seco, ya que hasta los tres o cuatro años, no se desarrollan del todo sus glándulas lagrimales y debido a esto, no derraman lágrimas. Max Lucado las definió de la siguiente manera: “Lágrimas. Mensajeras en miniatura. Esas pequeñísimas gotas de humanidad. Esas redondas y húmedas esferas de fluido que brotan de nuestros ojos, descienden por nuestras mejillas y caen en el piso de nuestros corazones. Son mensajeras en miniatura: se las puede llamar veinticuatro horas del día para sustituir a las palabras paralizadas. Ellas caen y se vierten del rincón de nuestras almas, trayendo consigo las más profundas emociones que poseemos. Resbalan por nuestros rostros anunciando toda una gama de emociones que van desde el gozo más hermoso hasta la más profunda desesperación. El principio es simple: cuando las palabras son por demás vacías, las lágrimas son las más apropiadas. Una mancha de lágrimas sobre una carta dice mucho más que la suma de todas sus palabras. Una lágrima cayendo sobre un féretro dice lo que un adorador bien preparado nunca podría. ¿Qué resume más rápidamente la compasión de una Madre y la compasión que siente, que una lágrima en la mejilla de su niño? ¿Qué brinda mayor ayuda que una lágrima de simpatía en la cara de un amigo?”.
Las lágrimas siempre están con nosotros. Permiten que seamos libres. ¿Cómo podríamos comunicar lo que sentimos sin ayuda? Derramar lágrimas es un acto inteligente. Cuando la vida se pone difícil la mejor solución son estas mensajeras del alma. Lo mejor que se puede hacer en este sufriente mundo es llorar cada vez que se nos haga un nudo en la garganta. Debemos hacerlo a lágrima viva y sin pudor. Las lágrimas están presentes en nuestras vidas desde que nacemos. Te cuento mi experiencia: En el último instante de esfuerzo y dolor de mi madre, ella respiró agotada y esperó unos segundos mí llegada con ansiedad. Atendió mi grito, el llanto de su hijo. Cuando lo oyó, supo que yo estaba vivo. Y desde ese momento, sus pupilas se nublaron y su visión se empañó, y las mensajeras en miniatura hicieron acto de presencia en su sublime rostro de Madre. Las lágrimas son la vida del alma. Las lágrimas nos unen y nos despojan de nuestras diferencias. Los hombres lloran tanto como las mujeres. Las lágrimas emocionales de petición de ayuda aparecen únicamente en los hombres superiores. Las lágrimas son mensajeras de paz. Ellas purifican nuestras almas, y nos hacen mejores personas.
Es indudable que hay épocas de la vida en las que se llora más que en otras. Sin embargo, en mayor o en menor medida, las lágrimas siempre nos acompañan en nuestro peregrinar diario. Ellas comunican lo que no podemos expresar con palabras. Ellas están presentes cuando un soldado concurre al entierro de un compañero. Ellas están presentes cuando un padre no tiene qué darle de comer a sus hijos. Ellas están presentes cuando un hombre y una mujer envejecen juntos porque se aman. Ellas aparecen cuando los corazones se unen. Ellas están presentes cuando los corazones se unen. Ellas están presentes cuando un hombre ama a los demás. Ellas constantemente nos recuerdan que somos humanos. Son mensajeras que vienen del cielo. Dios es quién las envía. ¡Bienvenidas sean las lágrimas!

Julio. C. Cháves.
Escritor78@yahoo.com.ar

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